Algunos modernos profetas pronostican a mediano plazo el desplazamiento de los medios tradicionales por el nuevo mundo de los “blogs”. La conclusión parece muy apresurada. Las páginas individuales se expanden, sí, pero por ahora no son más que una miscelánea de hechos intrascendentes.
Las críticas al periodismo se han convertido en un clásico de nuestro tiempo. La sospecha de que son objeto los periodistas sobre sus compromisos con el poder o determinados intereses, la perfección de la información que exponen, la fortaleza de su compromiso con la verdad en fin, atraviesa toda lo sociedad. Casi podría decirse que sólo se escuchan voces de crítica.
Parte de esa avalancha de cuestionamientos ya tomó la forma de una moda, a cuyos dictados responden los especialistas en materia de comunicación, aturdidos por la velocidad de cambio de las tecnologías y la multiplicación de formas de acceso a la información que se ha producido en los últimos 10 o 12 años.
Hasta la incipiente popularización de Internet a mediados de los pasado ´90, la discusión casi apenas se limitaba al terreno de los diarios vs. la televisión. Ahora se debe lidiar con nuevas expresiones tecnológicas que podrían convertirse en obsoletas antes de que finalice una evaluación concienzuda del impacto sobre la sociedad. Pero esta nueva perspectiva comunicacional se explora con evidencias muy provisorios y con verificaciones en extremo endebles, con lo cual las conclusiones a las que se arriban no pueden tener más que esas características.
Campea la exageración. Sin ir más lejos, la multiplicación diaria por cientos o miles de las páginas de Internet individuales (blogs) donde cada ciudadano puede actuar como emisor de noticias, ya anticipa para algunos el estado terminal de los diarios y si se quiere de los medios como los conocemos hoy. Van más allá y le ponen fecha a la defunción. Hay quienes profetizan que en un lapso de 15 años (2021) la mitad de las noticias serán proporcionadas por esa vía, bautizada como la de los ciudadanos-periodistas. Forzando esta proporción, la mitad de los periodistas estarán dedicados a otras actividades (o la de los blogs, al margen de los medios). En el extremo y si la profecía es acertada, el periodismo está entonces condenado a la extinción a mediano plazo.
Se esgrime un argumento fenomenal. Esas páginas individuales no persiguen objetivos políticos o económicos, sólo expresan la realidad tal y como es, sin las censuras y los compromisos en que están inmersos los medios. Los Nostradamus de la comunicación citan casos concretos de estos pioneros, cuyos seguidores acabarán con toda forma conocida de aproximación a las noticias.
¿Por qué no creerles? Las evidencias están a la vista: en verdad los “blogs” parecen reproducirse a una velocidad propia del espacio exterior. Si todos son portadores de información, está claro que por una mera cuestión de número dominarán el mundo de las noticias.
¿Pero es así realmente?
Cualquiera que aunque más no sea por curiosidad haya explorado las páginas blog, habrá descubierto que por centenares constituyen una miscelánea de elementos intrascendentes. Solamente un ínfimo número parece estar dotado de algún interés abarcativo y aun en esos casos son limitados, porque un ciudadano-periodista actúa por reacción a lo que ve en los medios (a los que va a reemplazar en el futuro), y en general, si el blog exhibe algún atractivo, es porque está construido por un periodista, en actividad y en un medio. El resto, reúne una larga lista de diarios personales, páginas que lindan en los pornográfico, galerías de fotos de viajes turísticos, o de las etapas de crecimiento de “mi bebé”, o las tribulaciones cotidianas de adolescentes que ventilan impúdicamente una intimidad real o ficticia.
Y qué no decir de los intereses de los visitantes. Cualquiera puede hacer su propia estadística apenas tomando nota de las visitas que exhiben los blogs. Si muestran alguna faceta de seriedad son ignorados; todo lo contrario si el autor es una dama y mucho más si luce “hot”.
Pero si nos basamos apenas en esas evidencias para descartar el impacto de los blogs, estaremos cometiendo el mismo pecado que aquellos profetas que pronostican un proceso demoledor.
Hay en efecto una dinámica fascinante en la comunicación que traerá consecuencias, pero es muy pronto para decir cuáles.
Para el caso de los blogs deben formularse reparos. Los augures -que en el fondo también están haciendo una crítica embozada a los medios-, pasan por alto que estas páginas están mucho más expuestas que los medios tradicionales a cualquier tipo de distorsión. No están sometidas a ningún control social, judicial, de contrastación informativa, carecen de rigor, y abarcan un espectro noticioso completamente limitado. Al fin, no se trata hasta ahora más que de visiones particulares, parciales, de algunos aspectos de la realidad, aun cuando en oportunidades resulten notables por alguna revelación.
Los periodistas de los medios, en cambio, deben lidiar en todo momento con una marea de datos inabarcable y de entre ellos seleccionar cada día lo que creen que es significativo para la sociedad. Es una tarea inconcebible, imperfecta, teñida a veces de subjetividad, ocasionalmente tendenciosa y por momentos exagerada, que no contenta a todos por igual. Pero es una perspectiva de la realidad, en conjunto y en promedio, que no puede ser más que considerada honesta.
Por supuesto que el periodismo y los medios enfrentan desafíos. Muchos tienen que ver con corregir esas deficiencias y distorsiones que anotan los críticos de la comunicación. Otros con enfrentar la competencia que deriva de los constantes avances tecnológicos...una cuestión de supervivencia. Sin embargo otras urgencias lo acosan: las presiones y la manipulación por parte del poder para silenciar la verdad, en definitiva la coartación de la libertad de expresión, prácticas que recorren todos los rincones del mundo. Esa es una lucha permanente, maliciosamente oculta por los eternos cuestionadores, en la que el periodismo siempre está solo.