viernes, marzo 18, 2011

El cono de silencio

Apenas una semana desde que se desató la tragedia en Japón. Pero a partir del tercer día de la catástrofe, una buena parte de los gobiernos del mundo puso las barbas en remojo en relación con las centrales eléctricas de energía nuclear. Se pusieron a revisar con urgencia las condiciones de seguridad de sus centrales y en el caso de Alemania algunas salieron de servicio, mientras en todos lados se amplía la discusión sobre si se les extenderá la concesión para seguir operando. En Chile, donde se pensaba en un programa nuclear hay un replanteo en ciernes y en Venezuela, Chávez ya anunció que postergará la decisión de construir centrales nucleares por un acuerdo que tenía celebrado con Rusia.
Para aliviar un poco la tensión...Hasta el Sr. Burns le encargó a Homero Simpson que chequeara la seguridad de la central de Springfield.
El caso es que con lo que se observa en Japón, es difícil sostener una defensa a ultranza de la energía nuclear y los “locos” de Green Peace no lo eran tanto, después de todo.
Como sea, hay en todo ese cúmulo de decisiones que se están adoptando – y por qué no de declaraciones-, una sugestiva ausencia de las autoridades de la Argentina, que se mueven inevitablemente muy atrás de los acontecimientos.
Pongámoslo de otro modo. No ha habido ni una palabra oficial sobre Atucha y lo que es peor el más mínimo cuestionamiento sobre ese cono de silencio en que quedó la cuestión nuclear en el país.
Cuál sería la razón de que entre todos los especialistas en la materia que ha invitado a opinar la televisión nacional, no se haya observado la presencia de ningún científico de la CNEA. Como periodista puedo afirmar que sin ningún lugar a dudas, si necesitara el concurso de un especialista nuclear, el primer sitio al que recurriría sería la Comisión. No hay razón para que el resto de los colegas no hubieran hecho lo mismo. ¿Acaso les han impuesto silencio? A los técnicos nucleares…digo.
La energía nuclear es una materia sensible para el gobierno actual. En rigor un tremendo intríngulis. La inauguración de Atucha II es el gran acontecimiento que se ha estado postergando después de que Néstor Kirchner reactivara el proyecto y se prometiera la puesta en marcha para 2010. Pero Atucha tiene problemas de diseño –dicen- y es creíble porque el proyecto tiene unos treinta años y al parecer, actualizarlo a un nivel de seguridad como el que se requiere ahora no sería en verdad un acierto desde el punto de vista económico.
De aparecer en público, los funcionarios argentinos y los científicos deberían dar respuesta a dos interrogantes centrales: ¿ cumplen las normas de seguridad Atucha I y Embalse y lo haría eventualmente Atucha II ?.
En estos días, en el mundo, todas las incógnitas sobre las centrales nucleares se han hecho públicas y se discuten en los parlamentos. En la Argentina se ha preferido esquivar el debate. Muchos de los autoproclamados progresistas deberían estar fastidiados con este denso silencio oficial.


En este contexto, no es posible eludir cómo se manifiesta – o mejor cómo no lo hace- la cuestión nuclear en Bariloche. Porque no se trata de cualquier ciudad, sino de una donde opera un reactor que, aunque no sea destinado a la generación eléctrica es un reactor al fin y al cabo. Es posible que personalmente haya estado distraído en estos días, pero no observé informaciones periodísticas de los medios locales sobre esta cuestión. Tampoco los buscadores de esas páginas arrojaron menciones sobre el tema, a excepción de un par de atinadas cartas de lectores. En todo caso no surgió como un tópico interesante para la prensa. Considerando además que la empresa tecnológica rionegrina Invap es una desarrolladora de tecnología nuclear que vende internacionalmente, no se explica cómo no se ha disparado el alerta sobre el futuro de su negocio en esa área.
En suma que Bariloche – con el detalle de su reactor apuntado antes- está inmersa en esta suerte de negación de la realidad, como si ésta pudiera en verdad taparse por demasiado tiempo. Se me ha ocurrido la posible existencia de un compromiso espontáneo de ocultación. Quizás para no generar alarmas o acaso lesionar la corriente turística. Algo así como…”sería mejor que no tocáramos del tema”. Lo que queda claro es que tampoco los funcionarios y legisladores locales han expresado públicamente alguna preocupación y esto es delicado porque la gente común a la que representan sí está comenzando a interrogarse.
Tal vez sea hora de que reaccionen.

Raúl Clauso