lunes, diciembre 19, 2005

A las piñas con la historia

Hace poco más de un año, edité en Bariloche una revista que pretendía ser quincenal, y llevaba el curioso nombre de To2 nosotros, según había sido el deseo inevitable de la persona que me había contratado para poner el producto en la calle. Lamentablemente la “emprendedora” –se trataba de una mujer -, decidió que los periodistas debían trabajar sólo por amor a su profesión, razón por la que To2 vio la luz en un único número.
Como sea, escribí ahí un artículo sobre el libro de Felipe Pigna “Los mitos de la historia argentina”, que por ese momento apuntaba a convertirse en una suerte de Harry Potter vernáculo, por lo que parecía un fulgurante éxito editorial. No registro ahora a qué número de edición correspondía el ejemplar que me proporcionó a préstamo un amigo librero, pero sé que ahora (terminando 2005) va por la edición diecisiete y subiendo. Hubo además una suerte de versión televisiva, que para mi gusto fue penosa, que coincidió con la noticia del plagio por parte de Pigna del trabajo de una periodista.
Después de mi artículo he leído varios otros, también críticos sobre esta obra, y escuché no pocos comentarios del mismo tono formulados por historiadores serios. El último apareció en el diario Perfil el 11 de diciembre, en el suplemento O[h]!, con la firma de Quintín y bajo el título “La historia no nos absolverá”. Recomiendo al artículo y rescato de él la siguiente frase: “..además de un poco pueril, el libro es árido y pomposo...”. Y debo subrayar que en muchos pasajes coincide con algunos señalamientos de mi propio texto, que aquí presento y acerca del cual ahora estoy a punto de renegar del último párrafo.




LOS MITOS DE LAS HISTORIA ARGENTINA
Felipe Pigna
Grupo editorial Norma

En una entrevista del diario La Mañana de Neuquén, a propósito de esta obra, Felipe Pigna exhibió hace un tiempo con cierto exceso de vehemencia, una singular intolerancia con aquellos pensadores que no participan de su visión sobre el papel de la historia, definiéndolos como imbéciles, comenzando con Francis Fukuyama. En la introducción de Los Mitos (donde sus opiniones pueden ser siempre halladas), Pigna en cambio exhibe sus hipótesis más calmadamente: La historia debe servir... “para construir un pasado como justificación del presente” . La propuesta consiste en contextualizar los hechos históricos para dotarlos de significación y abordar los personajes de la historia con nivel sencillamente humano, es decir con intereses, fortalezas y debilidades.
Es inevitable observar que Pigna parece querer erigirse como el primer estudioso en llevar a cabo esta aproximación. Al menos no menciona que este camino ha sido recorrido incansablemente por otros autores-historiadores contemporáneos.
A lo que en realidad aspira Pigna es a sentar una posición ideológica acerca de la historia argentina y latinoamericana. No pretende contextualizar desde la objetividad (arduo emprendimiento), sino desde la ideología, que si hubiera que definirla podría ser encuadrada dentro del progresismo rampante de estos días, que lo lleva al extremo de caracterizar a Cristóbal Colón como “neoliberal” por repetir la palabra oro 75 veces en “su famoso (?) diario” de navegación. O sea, la ecuación Colón = Menem.
El autor retoma, por ejemplo, la trivial práctica de analizar el “despojo” de la colonización española, extrapolando al “despojo” actual de las superpotencias, circunstancia que no expresa tan crudamente pero que aflora en los textos.
La marca ideológica de Los Mitos... brinda un interesante material para las consignas adolescentes o la discusión ligera, pero lejos de permitir interpretar el presente a partir del pasado, conlleva el peligro de anclar al desprevenido en resúmenes históricos por momentos cuestionables.
Los Mitos... es una obra con la esencia ideológica predominante en los `70 (década de la militancia política del autor), acomodada al momento político actual y contenida por un entorno hoy predispuesto a escuchar estas poco novedosas interpretaciones.
Resignificando, de todas formas, la propuesta de Pigna en su introducción, siempre es mejor alguna historia que ninguna.