miércoles, diciembre 14, 2005

Lluvias, inseguridad y controles

Cuando las lluvias inusuales por su magnitud generan inundaciones y por esa razón la gente ve afectada sus viviendas y se producen evacuaciones, enfermedades, accidentes, etc., hay varias maneras de enfrentar el problema. Una de las soluciones es que deje de llover. Y aunque pueda resultar risible es sin embargo los que todos esperan, damnificados y socorristas. También algunos funcionarios.
Ante la terrible inundación de Santa Fe hace unos pocos años, un funcionario del gobierno de la provincia dijo muy suelto de cuerpo ante la pregunta de un periodista de un canal de TV: “la situación está controlada... porque dejó de llover”.
Una segunda respuesta es el socorro inmediato a los damnificados. Después está la solución de fondo, llevar a cabo las obras de infraestructura -como se dice- necesarias para que lluvias intensas e inesperadas no provoquen inundaciones.
La primera, vale decirlo, es la opción fortuita, sobre la que se carece de control. La segunda es la solución obligada de corto plazo y la tercera de largo plazo, la que exige mucho tiempo, determinación, recursos y muchísimas cosas más de parte, en general, de los dirigentes.
Llevando estas consideraciones al terreno de la seguridad, y sin la pretensión de banalizarla, se observa que la primera de las soluciones pasaría de ser fortuita a ser mágica, porque no se puede esperar que los delincuentes dejen de serlo por decisión propia. Descartada. Quedan entonces dos soluciones. La de largo plazo, consistente en modificar las condiciones sociales –abreviando- que conducen a la marginalidad y la degradación social que abre paso al delito; y la de corto plazo, que consiste en neutralizarlo y prevenirlo.
Hay que reconocerlo, hasta ahora la solución de largo plazo ha dado pocos resultados. Los dirigentes por conveniencia u omisión, lejos de progresar han alimentado el caldo de cultivo del delito y hasta se valen políticamente de esa marginalidad, convirtiéndola en su clientela favorita de las elecciones, cuando no en su fuerza de choque. Eso sí: hasta que los damnificados por los delitos presionan. Entonces surge la solución de corto plazo, que es la que hoy se está aplicando en la ciudad (Bariloche), con fuertes críticas de numerosas organizaciones y opinantes individuales.
Es de gente bien nacida condenar cualquier vestigio de represión indiscriminada, como muchos denuncian, pero es dable reconocer también que el aumento de los controles sistemáticos demuestra alguna efectividad. Y frente a los que se quejan de los despliegues policiales hay una inmensa mayoría que los aprueba y tolera porque les proporciona la mayor calma de no ser atacados a la vuelta de cualquier esquina.
La impronta de la represión de los 70 sigue viva en muchísima gente que incluso por edad no llegó a padecerla, y su vigencia genera confusión cuando se intenta enjuiciar situaciones como la de estos días. Tienen razón los críticos que argumentan que se deben aplicar soluciones de fondo, dicho en general y muy rápidamente, de contención social. Pero pretender que no debe apelarse a soluciones de corto plazo es sumergirse en una confusa utopía. Aun dirigentes con las mejores intenciones sociales tardarían años en resolver la degradación en que cayó la Argentina. No puede ser una opción, entretanto, dejar a toda una comunidad librada a su suerte frente a la delincuencia.

Esta columna fue publicada en el diario El Ciudadano de Bariloche el 27/11/05, mientras los operativos conjuntos de distintas fuerzas de seguridad se llevaban a cabo, con la crítica de algunas organizaciones. Tras la calma y apenas transcurridas dos semanas, se relajó la vigilancia y retornaron los delitos. Esta vez, las organizaciones de derechos humanos no hicieron comentario alguno.