¿La decisión de Kirchner de cancelar de un viaje las deudas don el Fondo Monetario –inmediatamente después de Brasil- habrá sido convenida en una de las tantísimas cumbres del último tiempo, o simplemente se trata de otro arranque de impulsividad del presidente argentino?.
Si es el primer caso cabe esperar que se haya pensado adecuadamente en el posible impacto de semejante decisión. Si no es así y puede suponerse por los pocos días que transcurrieron entre los dos anuncios, hay problemas. No porque echar mano a los dólares anticipe en sí mismo dificultades, sino porque necesariamente habrá que ajustarse a otras condiciones. Un país no se desprende alegremente de casi 40% de sus reservas, sin que se medite previamente qué pasará el día después.
Demonios
Lo poco que se habló en los anuncios oficiales sobre los aspectos financieros y la oportunidad en que se producen indican que la determinación tuvo un carácter político de la misma calidad que impedir la asunción de Patti como diputado. Ambos responden al ataque de los demonios entronizados por el presidente para satisfacción de sus seguidores. La decisión encuadra perfectamente en el discurso oficial y para Kirchner es mucho más importante afirmar su espacio político que adquirir el completo dominio en el manejo de la política económica, que dicho sea de paso no se ve tan comprometida ahora por el FMI como en el pasado. De hecho se ha estado haciendo caso omiso de las “exigencias o recomendaciones” del organismo por el acuerdo vigente y el Fondo ha estado satisfecho con los pagos regulares del gobierno argentino, superiores según se calcula a los de cualquier otro momento de la historia económica argentina.
Aquello del manejo de la política económica no parece ser más que la presentación elegante de la cuestión y no vale la pena ni considerarlo.
Al cierre del acto oficial del anuncio, Kirchner repartió (y recibió) besos y abrazos de sus ostensibles seguidores, en medio de la algarabía por haber zafado del “yugo” del FMI, símbolo del peor imperialismo. Tanta euforia recordó a aquella que rodeó hace tan sólo cuatro años a Rodríguez Saa, pero por el motivo inverso: la suspensión del pago de la deuda. Por lo variopinto, no cabe duda que gran parte del público presente en el acto de ayer en la Casa de Gobierno debe haber vitoreado en ambas oportunidades.
Menos preocupación
Cuando un acreedor debe vérselas con un gran deudor y para mejor rebelde, el que tiene el problema es el acreedor. Se podría haber seguido pagando puntualmente y las exigencias se limitarían en la medida en que disminuyera el saldo de deuda. Pero Kirchner decidió resolverle el problema al Fondo. Los socios mayores del FMI ya tienen menos de que preocuparse.
Eso resulta tan obvio, que los incondicionales del presidente se debatían ayer en consignas, intentando compatibilizar las feroces críticas sistemáticas a los acreedores y la prédica tradicional de los últimos dos años, con un pago de tal magnitud.
Para aclarar un poco las cosas es necesario decir que desprenderse de parte de las reservas no implica necesariamente una hecatombe en la economía, porque lo que resta en las arcas aparece como suficiente para atender a las importaciones y además como las exportaciones mantienen por ahora su dinamismo, en perspectiva no surge como extravagante que en 2006 se recupere lo que ahora se transferirá al Fondo.
El principal problema que se le presenta al gobierno es qué pasa con el aumento en el ritmo de actividad económica, como ayer incluso se informó de manera coincidente. Mayor nivel de actividad implica inevitablemente mayor nivel de importaciones y por ese lado se drenarán más dólares. El equipo económico habrá pensado que eso permitirá aportar presión al precio de la divisa, evitando que el Banco Central deba salir en 2006 a sostenerla con una frecuencia casi diaria. Se estará cumpliendo el objetivo del dólar alto. Además se confía en que haberle cancelado la deuda al FMI aportará más seguridad (dudoso) a los inversores extranjeros para que arriben al país. Más dólares para recuperar reservas.
Para observar
Pero más allá de eso hay que tener en cuenta que el equilibrio general de la economía es una cosa seria y poco manejable. Por lo insólito de la decisión es que ayer fueron pocos los economistas que salieron a opinar sobre la medidas y los que lo hicieron rondaron el terreno de las generalidades. Aunque la relación no es directa, habrá que medir desde ahora el impacto de la medida adoptada en cada variable. Es posible que en el gobierno se hayan soslayado estas cuestiones para tratarlas sobre la marcha.
Lavagna, un economista serio, probablemente no se hubiera animado a refrendar una determinación cuyo impacto no es precisamente predecible.
Habrá que ver si Kirchner, entonces, adoptó el camino correcto. Para su visión política el anuncio es un gesto indudable para sus clientes y favorecedores. Pero también hay que apuntar que el presidente se queda sin uno de sus demonios preferidos... y pertenece a una clase ideológica que para subsistir necesita enemigos.