sábado, enero 14, 2006

Papelones de antología

Para decirlo derechamente: con esta policía, estamos fritos. Ayer fue un viernes 13 fatídico en Buenos Aires, como se espera que deba ser de acuerdo con la superstición. En el conurbano, más específicamente, hubo robos y asesinatos, pero dos –que ocuparon buen tiempo de la TV durante el día- tienen características remarcables. En uno de los casos un policía murió y otro quedó gravemente herido. Les dispararon con los M 16, los rifles de asalto. Al oficial muerto una bala le perforó el chaleco antibalas. Detuvieron a uno de los delincuentes y la policía y las fuerzas especiales buscaron en las inmediaciones –con un despliegue considerable- a uno de los fugados, casa por casa, techo por techo, sin resultado. Cuando por fin el operativo terminó: un vecino denunció que había sido tomado como rehén por el fugitivo, que pacientemente esperó que todo se calmara para huir. Un papelón mayúsculo. De paso, encontraron lanzagranadas y el fusil mencionado.
En el otro caso, varios delincuentes entraron un banco, tomaron varios rehenes y durante muchísimas horas estuvieron rodeados por un ejército policial. Llegado un momento como los ladrones no daban señales de vida para la negociación, la policía decidió entrar: Surprise!!! Los ladrones hacía rato que habían escapado por un boquete, no sin antes alzarse con una buena proporción del contenido de las cajas de seguridad de los clientes y los fondos del tesoro del banco. Los rehenes estaban todos bien. Un papelón gigantesco. Antes de irse, los ladrones dejaron unas bombas en el hueco por el que supuestamente escaparon. Pasaron horas hasta que las hicieron detonar y descubrieron el ardid por completo. Dijeron los medios que también encontraron lanzagranadas. ¿Casualidad?.
Los operativos que se vieron por TV fueron de tal magnitud que no se pueden concebir los resultados. Es muy probable que para hoy, unas pocas horas después estén rodando cabezas en la cúpula policial o los jefes de operativo. Mientras tanto como se trata de la Argentina, hay un paso a pensar que tanta ineficiencia no puede ser casualidad. Nunca nadie se anima a decirlo en los medios regulares, pero tratándose de la bonaerense, mmmmm!!. Viene a la memoria Ramallo.
En este punto creo que soy un iluso o estoy viendo demasiadas series de televisión de corte policial. Porque ahí, no pasan esas cosas y los policías se comportan profesionalmente, aunque invariablemente hay una bonita mujer policía que en el fondo siempre es un poco tonta y lo demora todo o se cae cuando debe escapar. crispando a los espectadores.
El punto es que en el primer caso reseñado, se veía una tremenda confusión entre los policías, muy similar a las aventuras de los Tres Chiflados. Hasta se produjo el gag del policía que patea una puerta común y silvestre con singular violencia y sin lograr derribarla y al fin a uno se le ocurre pedir una llave y...llega la llave, que no abre esa puerta, sino otra. Y sinceramente? A Ud. eventual lector, con litros de adrenalina recorriendo su cuerpo ante la posibilidad de enfrentarse a tiros con un delincuente, se le ocurriría tomarse una pausa, encender un cigarrillo y seguir como si tal cosa, arma en mano, arriesgando su vida. No parece lógico, pero se vio claramente ayer en televisión. El vicio pudo más para un policía que, para colmo, ni siquiera contaba con un chaleco protector.
Lo que ayer pudo apreciarse en ese caso que relato es que claramente la policía carece de un entrenamiento adecuado, suspicacias aparte. No sólo no están en un estado físico apropiado para enfrentar esas situaciones (había muchas panzas), sino que desconocen al parecer cómo moverse para moderar los peligros a que se enfrentan. Parecían irregulares espontáneos a los que se les proveyó un arma en ese momento. A todas luces se exponían sin sentido ni lógica aparente. Mucho valor y poco seso. O al revés: poco seso y mucho valor.
Visto así no sorprende que se les haya escapado un individuo de gran peligrosidad.
En cuanto al segundo caso, el del banco, hubo sin duda pocas ideas. A menos que se haya tratado de una estratagema del recaudador impositivo Montoya de la provincia de
Buenos Aires, que desde hace tiempo aspira a abrirle las cajas fuertes a los pudientes y que, como se sabe, es poco apegado a la legalidad.