Ha ocurrido un milagro. Cristina Kirchner se avino a descender del trono y concedió una entrevista periodística. Sin limitaciones, sin restricción alguna, sin censura. “Esto va para los que la critican por su negativa a confrontar al periodismo”, habrán dicho envalentonados en el gobierno.
Si esta suposición acierta con la verdad, en el gobierno no podrían estar más equivocados, porque lo único que han logrado es convalidar la presunción de que hay una patológica renuencia de la candidata a someter sus ideas ante alguien dispuesto a retrucar.
El hecho es que para la entrevista aludida fue elegida de, entre muchos otros cuyas solicitudes se acumulaban en la casilla de mails, una periodista de trayectoria, pero cuya especialidad no es ni la política, ni la economía, y se destaca más en la conducción de noticieros que en la crítica del poder o en la agudeza de sus análisis, y pertenece a un grupo periodístico que no ha exhibido una posición de enfrentamiento con el gobierno.
Estas precondiciones que alentaron el encuentro, quedaron expuestas a la luz en el resultado de la entrevista, que debió trasmitirse en un horario de difusión previamente acordado. Fue sosa, no tocó mayormente cuestiones espinosas y cuando lo hizo, la periodista no apeló a profundizar en los temas. Por ejemplo, cuando la candidata defendió el indefendible cálculo del índice de precios o sostuvo ligera de memoria que la Argentina necesita aumentar la inversión, cuando es de dominio público en los círculos económicos que el dudoso apego a la legalidad y las reglas de juego establecidas, están entre las principales causas de la resistencia de los empresarios a invertir en la Argentina.
No es culpa de la periodista. Con las mismas armas viene desarrollando una serie de breves encuentros televisivos con otros candidatos para el próximo domingo, en los que apenas sobrevuela los temas, como cumpliendo con el rito preeleccionario de mostrarle a la audiencia las distintas alternativas.
Pero como si no bastara para componer el escenario de restricciones a la prensa y como vehículo de confrontación de ideas y propuestas, vale la pena reparar en que el encuentro con la candidata se realizó en un despacho, no estrictamente a solas, como debiera ser, sino que se montó una ficción donde participaban de la entrevista dos personas, pero detrás de una de ellas –la periodista- se reunía, intimidante, una pequeña multitud de funcionarios del gobierno.
Dijo la periodista que no se establecieron límites previos al contenido de las preguntas, pero sin embargo debe haber sentido la presión de esa presencia ominosa de funcionarios escrutadores, dado que fue ella misma quien relató después el marco en que se llevó a cabo el encuentro. Quedará por esclarecer si tal gentío lo usó Cristina para fortalecerse en una práctica desconocida, o fue dispuesta para amedrentar a la periodista.
Mientras tanto, montones de periodistas que pondrían en dificultades a la aspirante a heredera siguen esperando su oportunidad. También los otros candidatos. Ese tiempo no llegará.
miércoles, octubre 24, 2007
miércoles, octubre 17, 2007
Gatopardismo bancario
Pasé gran parte de mi vida trabajando entre banqueros y para entenderlos, más que conocer de economía hay que conocer su idiosincrasia. Y en ella destacan algunos ejes centrales que vale la pena tener en cuenta:
Jamás los banqueros van a enfrentar al poder político de turno, cualquiera sea el signo de que se trate.
Son endebles y temerosos ante las amenazas políticas. Apenas se producen corren a reunirse para definir estrategias.
Protegen por sobre todas las cosas la subsistencia de sus bancos. La cuestión del servicio que prestan es secundaria, como así también la función social o económica del crédito que deben conceder.
Son los mejores exponentes del gatopardismo. Ante presiones del poder modifican algunas cosas para que todo quede igual. Apuestan siempre al olvido o buscan atajos para no exhibirse como responsables del fracaso de alguna medida.
Cuando los sistemas financieros están en expansión se debe exclusivamente a que todas las condiciones son favorables.
En caso de inestabilidad trasladan los costos a sus clientes. Esto se hace abriendo la brecha entre los intereses que pagan por los depósitos y los que cobran por los préstamos.
En este marco es donde debe inscribirse el anuncio formulado hoy por los banqueros de poner en práctica medidas para reducir la tasa de interés y aumentar el nivel de créditos en el país, tal como hace pocos días les pidió el presidente Kirchner con amenazas de medidas que los iban a perjudicar y luego replanteó con más calma la candidata Cristina (ver post La provocación como método, del 13 de octubre).
No habían pasado 24 horas de la intimidación presidencial –que fue hecha no en reuniones con banqueros, sino en un discurso ante simpatizantes que reprodujeron los medios-, que los gerentes de los bancos ya estaban reunidos tratando de pergeñar algunas estrategias para satisfacer la demanda del pequeño dictador.
Otras 24 horas y se encontraron con el presidente, prometiendo el oro y el moro para quienes deseen créditos. Incluso dieron cifras de lo que van a costar los créditos.
Nadie puede seriamente creer que la acción oficial para bajar las tasas de interés responde a otra cosa que una necesidad electoral. Hoy todos los candidatos de la oposición se encargaron de señalarlo y algunos hasta arriesgaron que el gobierno está temiendo que su tan pregonado triunfo en primera vuelta está bajo amenaza.
¿Habrá una baja de tasas de interés? La respuesta es que es posible, pero será solamente de pizarras. Es decir, figurarán como formales en la práctica pero no se trasladarán masivamente a los tomadores potenciales de crédito. Esto es así básicamente por las siguientes cosas:
La antesala de las elecciones es el peor momento para que los banqueros tomen decisiones de incrementar el riesgo crediticio con medidas como la apuntada. Creen que va a ganar Cristina, pero no lo saben a ciencia cierta y las encuestas ya no parecen tan contundentes.
Además el alto nivel que alcanzaron las tasas de interés reflejan la crisis hipotecaria que se desató en los Estados Unidos y las precauciones del Banco Central para no inyectar fondos en el mercado, teñido ya de una incipiente inflación.
Además, y respondiendo a la idiosincrasia aludida, los banqueros tan rápidos de reflejos para satisfacer al presidente, encontrarán atajos para poner escollos a las empresas y particulares que pidan crédito. Esas empresas son las denominadas pequeñas y medianas (Pymes) que tradicionalmente tienen los mayores problemas para encuadrar en los requisitos que piden los bancos para dar asistencia financiera. Ni qué hablar de los particulares. Innumerables trámites que se bloquean cuando se les comunica que la tasa no es fija sino flotante, lo que significa que puede aumentar en cualquier momento.
Algo de crédito adicional podrá haber. Pero solamente provendrá de la “crema” que le quiten los bancos a su prevención por el riesgo. O sea, los puntos de interés de más que agregaron entre tasas de depósitos y tasas de préstamos, para cubrir riesgos.
En agosto de 2006, el gobierno también lanzó un más que ambicioso proyecto de préstamos hipotecarios en el que comprometió a los bancos (en realidad el gobierno no cumplía ningún rol más que el anuncio). El plan tenía demasiados puntos débiles y como era de esperar, fracasó. Aunque hoy mismo los banqueros estén intentando convencer a la sociedad –siempre dentro de sus obedientes esquemas con el poder político- de que se trató de un éxito. Las estadísticas dicen lo contrario.
Jamás los banqueros van a enfrentar al poder político de turno, cualquiera sea el signo de que se trate.
Son endebles y temerosos ante las amenazas políticas. Apenas se producen corren a reunirse para definir estrategias.
Protegen por sobre todas las cosas la subsistencia de sus bancos. La cuestión del servicio que prestan es secundaria, como así también la función social o económica del crédito que deben conceder.
Son los mejores exponentes del gatopardismo. Ante presiones del poder modifican algunas cosas para que todo quede igual. Apuestan siempre al olvido o buscan atajos para no exhibirse como responsables del fracaso de alguna medida.
Cuando los sistemas financieros están en expansión se debe exclusivamente a que todas las condiciones son favorables.
En caso de inestabilidad trasladan los costos a sus clientes. Esto se hace abriendo la brecha entre los intereses que pagan por los depósitos y los que cobran por los préstamos.
En este marco es donde debe inscribirse el anuncio formulado hoy por los banqueros de poner en práctica medidas para reducir la tasa de interés y aumentar el nivel de créditos en el país, tal como hace pocos días les pidió el presidente Kirchner con amenazas de medidas que los iban a perjudicar y luego replanteó con más calma la candidata Cristina (ver post La provocación como método, del 13 de octubre).
No habían pasado 24 horas de la intimidación presidencial –que fue hecha no en reuniones con banqueros, sino en un discurso ante simpatizantes que reprodujeron los medios-, que los gerentes de los bancos ya estaban reunidos tratando de pergeñar algunas estrategias para satisfacer la demanda del pequeño dictador.
Otras 24 horas y se encontraron con el presidente, prometiendo el oro y el moro para quienes deseen créditos. Incluso dieron cifras de lo que van a costar los créditos.
Nadie puede seriamente creer que la acción oficial para bajar las tasas de interés responde a otra cosa que una necesidad electoral. Hoy todos los candidatos de la oposición se encargaron de señalarlo y algunos hasta arriesgaron que el gobierno está temiendo que su tan pregonado triunfo en primera vuelta está bajo amenaza.
¿Habrá una baja de tasas de interés? La respuesta es que es posible, pero será solamente de pizarras. Es decir, figurarán como formales en la práctica pero no se trasladarán masivamente a los tomadores potenciales de crédito. Esto es así básicamente por las siguientes cosas:
La antesala de las elecciones es el peor momento para que los banqueros tomen decisiones de incrementar el riesgo crediticio con medidas como la apuntada. Creen que va a ganar Cristina, pero no lo saben a ciencia cierta y las encuestas ya no parecen tan contundentes.
Además el alto nivel que alcanzaron las tasas de interés reflejan la crisis hipotecaria que se desató en los Estados Unidos y las precauciones del Banco Central para no inyectar fondos en el mercado, teñido ya de una incipiente inflación.
Además, y respondiendo a la idiosincrasia aludida, los banqueros tan rápidos de reflejos para satisfacer al presidente, encontrarán atajos para poner escollos a las empresas y particulares que pidan crédito. Esas empresas son las denominadas pequeñas y medianas (Pymes) que tradicionalmente tienen los mayores problemas para encuadrar en los requisitos que piden los bancos para dar asistencia financiera. Ni qué hablar de los particulares. Innumerables trámites que se bloquean cuando se les comunica que la tasa no es fija sino flotante, lo que significa que puede aumentar en cualquier momento.
Algo de crédito adicional podrá haber. Pero solamente provendrá de la “crema” que le quiten los bancos a su prevención por el riesgo. O sea, los puntos de interés de más que agregaron entre tasas de depósitos y tasas de préstamos, para cubrir riesgos.
En agosto de 2006, el gobierno también lanzó un más que ambicioso proyecto de préstamos hipotecarios en el que comprometió a los bancos (en realidad el gobierno no cumplía ningún rol más que el anuncio). El plan tenía demasiados puntos débiles y como era de esperar, fracasó. Aunque hoy mismo los banqueros estén intentando convencer a la sociedad –siempre dentro de sus obedientes esquemas con el poder político- de que se trató de un éxito. Las estadísticas dicen lo contrario.
“Todos somos Pumas”
Durante más de un mes, los argentinos fuimos literalmente bombardeados desde la televisión por las promociones y manifestaciones de exitismo por la participación de la selección de rugby en el mundial que está a punto de culminar y que dirimirán Sudáfrica e Inglaterra.
Las publicidades apelaban a la vena patriótica y proclamaban… “todos somos Pumas”, como se sabe el apodo de la selección.
El rugby no es un deporte lo que se dice popular en este país, donde domina el fútbol. Es practicado en los clubes más exclusivos y jugadores, seguidores y favorecedores pertenecen a una suerte de elite económica.
Esa lejanía con la gente en términos masivos, lo torna ciertamente incomprensible. Solamente quienes lo practican y los especialistas parecen alcanzar los entretelones de un juego donde la brutalidad es lo normal y donde incluso los espectadores no llegan a observar todas las alternativas de la disputa.
Pero no importa. Los Pumas con sus primeros triunfos que los colocaron en las semifinales abrieron la puerta para que los medios –sobre todo los que tratan con profusión cuestiones deportivas- se subieran al carro de la victoria. No se puede saber con certeza, pero es posible que a la gente le importara un bledo.
Como sea, a los Pumas no les alcanzó y fueron superados por el representativo de Sudáfrica, donde sí parece que el deporte es popular. No me pude sustraer a observar unos minutos ese partido. Y confieso que no termino de entender qué significa jugar bien o mal. Porque los periodistas aseguran que la Argentina jugó mal (¿?.)
Como observador inexperto apenas puedo distinguir que meter de un patadón esa pelota ovalada (le dicen la guinda) entre dos postes a 50 metros de distancia no debe ser nada sencillo. Pero nada más. Porque todo es amontonamiento, golpes, tacles e impedir por medios más o menos brutales que los contrincantes avancen.
Me falta cultura deportiva. Pero me animo a defender la idea de que los sudafricanos vencieron porque tienen en sus filas algunos gigantes que meten miedo con sólo verlos.
Sin duda el fútbol es más democrático. Con un pequeño curso de asistencia a los encuentros –incluso por TV- el neófito llega a apreciar las sutilezas de la habilidad con el balón, la maestría en los pases, o una definición precisa frente al arco, como nos regaló Riquelme en los dos tiros libres frente a Chile el sábado pasado.
Y conociendo a los argentinos me animaría a defender también la idea de que muchos de quienes se declaran fanáticos seguidores del rugby la “caretean”, entendiendo el significado de este vocablo como fingir que se sabe, cuando se ignora lo esencial.
Más allá de todo esto, con solamente caer ante Sudáfrica el citado bombardeo patriótico se acabó como por arte de magia y retornó la normalidad. La Argentina puede salir en el tercer puesto en este mundial si le gana a Francia y si fuera así consideran que se trata de un logro importante. Pero a qué argentino le gusta salir tercero. Eso vulnera el ser nacional, solamente preparado para el triunfo, aunque esto sea respaldado por escasa evidencia.
Las publicidades apelaban a la vena patriótica y proclamaban… “todos somos Pumas”, como se sabe el apodo de la selección.
El rugby no es un deporte lo que se dice popular en este país, donde domina el fútbol. Es practicado en los clubes más exclusivos y jugadores, seguidores y favorecedores pertenecen a una suerte de elite económica.
Esa lejanía con la gente en términos masivos, lo torna ciertamente incomprensible. Solamente quienes lo practican y los especialistas parecen alcanzar los entretelones de un juego donde la brutalidad es lo normal y donde incluso los espectadores no llegan a observar todas las alternativas de la disputa.
Pero no importa. Los Pumas con sus primeros triunfos que los colocaron en las semifinales abrieron la puerta para que los medios –sobre todo los que tratan con profusión cuestiones deportivas- se subieran al carro de la victoria. No se puede saber con certeza, pero es posible que a la gente le importara un bledo.
Como sea, a los Pumas no les alcanzó y fueron superados por el representativo de Sudáfrica, donde sí parece que el deporte es popular. No me pude sustraer a observar unos minutos ese partido. Y confieso que no termino de entender qué significa jugar bien o mal. Porque los periodistas aseguran que la Argentina jugó mal (¿?.)
Como observador inexperto apenas puedo distinguir que meter de un patadón esa pelota ovalada (le dicen la guinda) entre dos postes a 50 metros de distancia no debe ser nada sencillo. Pero nada más. Porque todo es amontonamiento, golpes, tacles e impedir por medios más o menos brutales que los contrincantes avancen.
Me falta cultura deportiva. Pero me animo a defender la idea de que los sudafricanos vencieron porque tienen en sus filas algunos gigantes que meten miedo con sólo verlos.
Sin duda el fútbol es más democrático. Con un pequeño curso de asistencia a los encuentros –incluso por TV- el neófito llega a apreciar las sutilezas de la habilidad con el balón, la maestría en los pases, o una definición precisa frente al arco, como nos regaló Riquelme en los dos tiros libres frente a Chile el sábado pasado.
Y conociendo a los argentinos me animaría a defender también la idea de que muchos de quienes se declaran fanáticos seguidores del rugby la “caretean”, entendiendo el significado de este vocablo como fingir que se sabe, cuando se ignora lo esencial.
Más allá de todo esto, con solamente caer ante Sudáfrica el citado bombardeo patriótico se acabó como por arte de magia y retornó la normalidad. La Argentina puede salir en el tercer puesto en este mundial si le gana a Francia y si fuera así consideran que se trata de un logro importante. Pero a qué argentino le gusta salir tercero. Eso vulnera el ser nacional, solamente preparado para el triunfo, aunque esto sea respaldado por escasa evidencia.
domingo, octubre 14, 2007
Eliminemos el 12 de octubre
Una antigua conocida me comentaba hace muchos años su intención de realizar un largo viaje por Europa. En su lista de países faltaba Francia, circunstancia que le hice notar. Muy suelta me contestó que no iba a ir a Francia. La razón era que “no le gustaba su historia”. Al parecer tenía alguna cuestión irresuelta con Napoleón o Luis XV. Vaya a saber. Es como no visitar Roma porque a uno le desagrada el libertinaje del emperador Tiberio.
La bizarra perspectiva que exhibía la viajera tiene muchos puntos de contacto con la de los que reniegan de la celebración del 12 de octubre. La crítica sobre la brutalidad de la conquista y la colonización españolas de América –sobre la que reposa el rechazo- no es ciertamente nueva, pero en los últimos años ha ganado innumerables adeptos, al punto que creo que sería una buena medida eliminar tal fecha, solamente para no escuchar cada octubre la cantidad de estupideces que son proclamadas con solemnidad.
Todas las conquistas –infinitas deben ser- que registra la historia contienen un grado en general alto de brutalidad. La invasión y el exterminio era la forma en como los seres humanos satisfacían sus deseos de expansión en el pasado. Lo que podríamos llamar civilización, entendiéndola como el empleo de métodos de colonización económica no abiertamente violentos, es un fenómeno más moderno. Igualmente, con estar medianamente al tanto de cómo están las cosas en el mundo, se puede ver que los antiguos métodos permanecen vigentes.
Las civilizaciones preexistentes en América antes de la llegada de los españoles también mostraban características brutales y expresiones de expansión que culminaban en el exterminio. Fueron sometidas por el español porque se encontraron frente a la adversidad de una desventaja en el armamento y posiblemente en el arte de la guerra. Téngase en cuenta que hay episodios en los que los aborígenes provocaron estragos entre los onquistadores estando en superioridad numérica.
No podremos saberlo con certeza, pero acaso hubiera sido mejor que el encuentro de civilizaciones se llevara a cabo al amparo de las proclamas de amor y paz de los sesenta. Pero no fue así, y los que estamos hoy aquí somos todos en alguna medida herederos de esa colonización.
Es difícil estar enojado con la historia. Todo lo que se puede hacer con ella es aprender.
Como se dice…no repetir errores.
Pero en la Argentina se ha instalado en muchos la peregrina idea de torcer el sino de la historia. Se plantea una suerte de retorno al pasado, como si fuera posible rebobinar los últimos 500 años. Hay en esos grupos de proclama gente de la izquierda misturada con aborígenes, que ahora se denominan pueblos originarios. Y es curioso el caso de los “mapuches” el grupo étnico sobreviviente más numeroso en la Argentina y Chile. Son casi exclusivamente los más estruendosos en sus reclamos por haber sido privados de sus tierras en lo que se denominó a fines del siglo XIX la Conquista del Desierto. Fue una campaña militar que extendió las fronteras agropecuarias de la Argentina, que se afirmaba como productor de alimentos, pero también se propuso consolidar el dominio argentino en la Patagonia, abriendo el paso a nuevos asentamientos poblacionales.
Por supuesto que hay evidencia histórica de ese proceso sobre el que claman los mapuches. Pero también, e indudable, de que los mapuches en su propósito de expansión desde su originario territorio en Chile, cruzaron la cordillera de Los Andes y exterminaron a los “tehuelches”, el verdadero pueblo originario de la región. Claro, se ocuparon de que no quedaran tehuelches vivos para reclamar por la brutalidad histórica. Esa parte de los sucesos no la quieren reconocer.
Es difícil imaginar cuál habría sido el camino histórico de estas latitudes, de no haber sido por la presencia de la colonización europea, más allá de su condición brutal, porque negarla hoy es negarse a sí mismo.
En los tiempos que corren es impolítico señalarlo, pero es muy importante considerar que los aborígenes al sur del Perú distaron de haber alcanzado un grado de desarrollo en las sociedades equiparable al de los aztecas o los incas. Eran básicamente pueblos casi nómades de los que prácticamente no quedaron señales de su existencia, más que las crónicas de época. Ninguna ruina, ningún testimonio monumental. Apenas unas pocas manos impresas en la roca de las cuevas.
La bizarra perspectiva que exhibía la viajera tiene muchos puntos de contacto con la de los que reniegan de la celebración del 12 de octubre. La crítica sobre la brutalidad de la conquista y la colonización españolas de América –sobre la que reposa el rechazo- no es ciertamente nueva, pero en los últimos años ha ganado innumerables adeptos, al punto que creo que sería una buena medida eliminar tal fecha, solamente para no escuchar cada octubre la cantidad de estupideces que son proclamadas con solemnidad.
Todas las conquistas –infinitas deben ser- que registra la historia contienen un grado en general alto de brutalidad. La invasión y el exterminio era la forma en como los seres humanos satisfacían sus deseos de expansión en el pasado. Lo que podríamos llamar civilización, entendiéndola como el empleo de métodos de colonización económica no abiertamente violentos, es un fenómeno más moderno. Igualmente, con estar medianamente al tanto de cómo están las cosas en el mundo, se puede ver que los antiguos métodos permanecen vigentes.
Las civilizaciones preexistentes en América antes de la llegada de los españoles también mostraban características brutales y expresiones de expansión que culminaban en el exterminio. Fueron sometidas por el español porque se encontraron frente a la adversidad de una desventaja en el armamento y posiblemente en el arte de la guerra. Téngase en cuenta que hay episodios en los que los aborígenes provocaron estragos entre los onquistadores estando en superioridad numérica.
No podremos saberlo con certeza, pero acaso hubiera sido mejor que el encuentro de civilizaciones se llevara a cabo al amparo de las proclamas de amor y paz de los sesenta. Pero no fue así, y los que estamos hoy aquí somos todos en alguna medida herederos de esa colonización.
Es difícil estar enojado con la historia. Todo lo que se puede hacer con ella es aprender.
Como se dice…no repetir errores.
Pero en la Argentina se ha instalado en muchos la peregrina idea de torcer el sino de la historia. Se plantea una suerte de retorno al pasado, como si fuera posible rebobinar los últimos 500 años. Hay en esos grupos de proclama gente de la izquierda misturada con aborígenes, que ahora se denominan pueblos originarios. Y es curioso el caso de los “mapuches” el grupo étnico sobreviviente más numeroso en la Argentina y Chile. Son casi exclusivamente los más estruendosos en sus reclamos por haber sido privados de sus tierras en lo que se denominó a fines del siglo XIX la Conquista del Desierto. Fue una campaña militar que extendió las fronteras agropecuarias de la Argentina, que se afirmaba como productor de alimentos, pero también se propuso consolidar el dominio argentino en la Patagonia, abriendo el paso a nuevos asentamientos poblacionales.
Por supuesto que hay evidencia histórica de ese proceso sobre el que claman los mapuches. Pero también, e indudable, de que los mapuches en su propósito de expansión desde su originario territorio en Chile, cruzaron la cordillera de Los Andes y exterminaron a los “tehuelches”, el verdadero pueblo originario de la región. Claro, se ocuparon de que no quedaran tehuelches vivos para reclamar por la brutalidad histórica. Esa parte de los sucesos no la quieren reconocer.
Es difícil imaginar cuál habría sido el camino histórico de estas latitudes, de no haber sido por la presencia de la colonización europea, más allá de su condición brutal, porque negarla hoy es negarse a sí mismo.
En los tiempos que corren es impolítico señalarlo, pero es muy importante considerar que los aborígenes al sur del Perú distaron de haber alcanzado un grado de desarrollo en las sociedades equiparable al de los aztecas o los incas. Eran básicamente pueblos casi nómades de los que prácticamente no quedaron señales de su existencia, más que las crónicas de época. Ninguna ruina, ningún testimonio monumental. Apenas unas pocas manos impresas en la roca de las cuevas.
viernes, octubre 12, 2007
La provocación, como método
Un puñado de manifestantes, desarrapados, enarbolando pancartas, circuló un día de esta semana en pleno horario de bancos por la denominada “city” de Buenos Aires, un sector céntrico de la ciudad donde se concentran las entidades financieras.
En su recorrido se plantaban frente a los principales bancos y ahí batían consignas; la principal pidiendo que los bancos redujeran las tasas de interés de los préstamos.
Curiosa solicitud para individuos -se podía suponer observándoles- tienen nulo contacto con el mercado financiero. Esta apreciación puede parecer cruel o discriminatoria al lector inadvertido, así como el calificativo de desarrapados, pero en este caso hay que tener en cuenta que la propia Evita había definido a los seguidores de Perón que concurrían a Plaza de Mayo como “descamisados”, sinónimo eufemístico, pero indudable, de andrajoso.
El caso es que hubiera sido más razonable que un pedido de tal tipo fuera realizado por individuos que desarrollan alguna actividad económica necesitada de crédito, o por consumidores clamando por préstamos más baratos para consumos esenciales. ¿Pero pedir así, en general, una baja de la tasa de interés? No resiste análisis¸ carece de toda lógica.
La cuestión es que cuando al presidente que nos ha tocado se le cruza algo por la cabeza, se empeña en alguna medida, o necesita generar una situación falsamente crítica, recurre al sencillo expediente de mandar fuerzas de choque a la calle, que anticipan alguna forma de declaraciones o de medidas. Algo así como que es necesario hacerlo porque el pueblo clama.
Esta vez no fue una excepción. Tras esa caminata de manifestantes a tanto por marcha, el presidente ha salido junto a su ministro de Economía –como figura apenas decorativa- a extorsionar a los bancos públicamente y ante sus seguidores ha empleado ese tono detestable de argentino “canchero” que nos ha granjeado la inquina del mundo. “Tienen mucha platita guardada”, dijo y amenazó con medidas sancionatorias que ni siquiera deben existir, porque su ministro hizo mutis por el foro, haciendo honor a la cara de nada que lo caracteriza. (Un amigo diría que pareciera tener una media de mujer cubriéndole el rostro).
La cuestión es que este presidente cuya popularidad pasó del 70% hace un par de años, a 45% en estos días según unas encuestas, ha recurrido a ese mecanismo de movilizar “piqueteros” por el sándwich y la Coca Cola hasta el hartazgo durante estos últimos cuatro años, siendo el principal responsable de generar una situación de incomodidad –cuando no de violencia explícita- para el resto de la ciudadanía. ¡Qué jefe de estado se dedica a gobernar de tal manera! ¿Cuál es su grado intelectual que requiere apelar al mecanismo permanente de la provocación para “dirigir” el país?
En un mundo donde la tendencia civilizada es al diálogo y no al enfrentamiento descalificador, Kirchner abusó con la creación de conflictos, en lugar de arrimarse al universo de las ideas. Nadie encontrará jamás referencia alguna en este presidente que lleve a entrever una dimensión aunque sea mínima de pensamiento, una concepción determinada. Por eso, en estos últimos cuatro años, never, nunca, jamás se atrevió a confrontar.
Dirán entonces ¡qué suerte que en dos meses termina su mandato! Sí que suerte, pero ahora, se viene Cristina, si es que como todo el mundo cree, se cumple la profecía y es elegida presidente. Y ella ¿cómo es?. EXACTAMENTE IGUAL. Tal vez sea cosa de creerle a la visión popular que dice que los consortes se parecen después de varios años de convivencia. Oratoria de consignas, descalificaciones, provocaciones, ningún contenido. Cualquiera puede verlo ahora. Acaba de publicar un libro con la complicidad de Planeta (que ciertamente ha bajado su target) que reúne sus innumerables discursos a lo largo de 500 páginas, aunque tratándose de la dinastía de los Kirchner, no sería extraña la presencia de falsificaciones.
Nadie lo leerá en ningún lado, porque si algo ha logrado este matrimonio es amedrentar a la mayoría de los medios y los sectores dirigentes de la sociedad. Pero la cuestión es que en la intimidad, donde nadie escucha, se aventuran horas difíciles para la Argentina.
En su recorrido se plantaban frente a los principales bancos y ahí batían consignas; la principal pidiendo que los bancos redujeran las tasas de interés de los préstamos.
Curiosa solicitud para individuos -se podía suponer observándoles- tienen nulo contacto con el mercado financiero. Esta apreciación puede parecer cruel o discriminatoria al lector inadvertido, así como el calificativo de desarrapados, pero en este caso hay que tener en cuenta que la propia Evita había definido a los seguidores de Perón que concurrían a Plaza de Mayo como “descamisados”, sinónimo eufemístico, pero indudable, de andrajoso.
El caso es que hubiera sido más razonable que un pedido de tal tipo fuera realizado por individuos que desarrollan alguna actividad económica necesitada de crédito, o por consumidores clamando por préstamos más baratos para consumos esenciales. ¿Pero pedir así, en general, una baja de la tasa de interés? No resiste análisis¸ carece de toda lógica.
La cuestión es que cuando al presidente que nos ha tocado se le cruza algo por la cabeza, se empeña en alguna medida, o necesita generar una situación falsamente crítica, recurre al sencillo expediente de mandar fuerzas de choque a la calle, que anticipan alguna forma de declaraciones o de medidas. Algo así como que es necesario hacerlo porque el pueblo clama.
Esta vez no fue una excepción. Tras esa caminata de manifestantes a tanto por marcha, el presidente ha salido junto a su ministro de Economía –como figura apenas decorativa- a extorsionar a los bancos públicamente y ante sus seguidores ha empleado ese tono detestable de argentino “canchero” que nos ha granjeado la inquina del mundo. “Tienen mucha platita guardada”, dijo y amenazó con medidas sancionatorias que ni siquiera deben existir, porque su ministro hizo mutis por el foro, haciendo honor a la cara de nada que lo caracteriza. (Un amigo diría que pareciera tener una media de mujer cubriéndole el rostro).
La cuestión es que este presidente cuya popularidad pasó del 70% hace un par de años, a 45% en estos días según unas encuestas, ha recurrido a ese mecanismo de movilizar “piqueteros” por el sándwich y la Coca Cola hasta el hartazgo durante estos últimos cuatro años, siendo el principal responsable de generar una situación de incomodidad –cuando no de violencia explícita- para el resto de la ciudadanía. ¡Qué jefe de estado se dedica a gobernar de tal manera! ¿Cuál es su grado intelectual que requiere apelar al mecanismo permanente de la provocación para “dirigir” el país?
En un mundo donde la tendencia civilizada es al diálogo y no al enfrentamiento descalificador, Kirchner abusó con la creación de conflictos, en lugar de arrimarse al universo de las ideas. Nadie encontrará jamás referencia alguna en este presidente que lleve a entrever una dimensión aunque sea mínima de pensamiento, una concepción determinada. Por eso, en estos últimos cuatro años, never, nunca, jamás se atrevió a confrontar.
Dirán entonces ¡qué suerte que en dos meses termina su mandato! Sí que suerte, pero ahora, se viene Cristina, si es que como todo el mundo cree, se cumple la profecía y es elegida presidente. Y ella ¿cómo es?. EXACTAMENTE IGUAL. Tal vez sea cosa de creerle a la visión popular que dice que los consortes se parecen después de varios años de convivencia. Oratoria de consignas, descalificaciones, provocaciones, ningún contenido. Cualquiera puede verlo ahora. Acaba de publicar un libro con la complicidad de Planeta (que ciertamente ha bajado su target) que reúne sus innumerables discursos a lo largo de 500 páginas, aunque tratándose de la dinastía de los Kirchner, no sería extraña la presencia de falsificaciones.
Nadie lo leerá en ningún lado, porque si algo ha logrado este matrimonio es amedrentar a la mayoría de los medios y los sectores dirigentes de la sociedad. Pero la cuestión es que en la intimidad, donde nadie escucha, se aventuran horas difíciles para la Argentina.
miércoles, octubre 10, 2007
El revoltijo peronistas-radicales
El mundo de la política argentina es bizarro. Elijo este adjetivo cuyo uso se ha popularizado; y quiero sintetizar que es increíble, inconcebible, asombroso, inaudito, insólito, extravagante, etc.
Vean estas declaraciones extraídas del discurso pronunciado ayer de un candidato a presidente para las próximas elecciones del 28.
"No tengo vergüenza de decir que soy peronista"
“No nos avergüenza seguir teniendo como líder a Juan Domingo Perón”
“Se puede ser peronista compartiendo un proyecto con argentinos de otros signos políticos y muchos ciudadanos independientes”.
“El candidato a Presidente manifestó que entre los principales lineamientos del pensamiento de Perón y “como enseñó San Martín: serás lo que debas ser y sino no serás nada; del mismo modo, el peronismo debe volver a ser un signo de justicia social para los argentinos, sino no será nada”.
“Señaló que “de regreso al país, a principio de la década del ‘70, Perón acuñó la idea de que “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, como símbolo de unidad nacional y visión de futuro, enterando las disputas entre argentinos” por ello “el abrazo Perón-Balbín simbolizó, en lo político, el anhelo de la concordia nacional”.
Podrán preguntarse ¿qué tienen de particular? Provienen claramente de un político peronista en plena campaña. Y en efecto es así, pero lo bizarro es que este individuo, Roberto Lavagna, es candidato por Concertación UNA, una agrupación donde la base es el partido Radical.
Para decirlo derechamente: el candidato radical es peronista y critica en esas frases - aludiendo a través de metamensajes-, al kirchnerismo, al que acusa de haber perdido sus raíces. El kirchnerismo formó la alianza Frente para la Victoria con un sector dominante del radicalismo, ahora como se ve, escindido. Pero además en estas declaraciones formuladas en oportunidad del 112º aniversario del natalicio de Juan Domingo Perón, emplea el mismo argumento que esgrime por estos días otro candidato, también peronista o justicialista: Alberto Rodríguez Saá. Y para colmo, Lavagna, quien hoy reniega de los Kirchner, fue su ministro de Economía entre 2003 y 2005.
A modo de síntesis y para que se puedan ver las opciones dominantes que enfrenta el electorado:
Concertación UNA : agrupación con la base del partido radical histórico que lleva como candidato a Roberto Lavagna, peronista del riñón de otro, Eduardo Duhalde, que fue quien sostuvo la candidatura de Néstor Kirchner.
Frente para la Victoria: el kirchnerismo. Construido sobre la base de un dudoso peronismo de izquierda; de derecha, el duhaldismo, con el apoyo de otro sector del Partido Radical. La candidata es Cristina Kirchner y a vicepresidente el radical Cobos, gobernador de la provincia de Mendoza.
Partido Justicialista: También construido sobre la base de la derecha peronista y con el apoyo del ex presidente Carlos Menem, lleva como candidato a Rodríguez Saá, gobernador de la provincia de San Luis.
Coalición Cívica: una agrupación liderada por Elisa Carrió, fundadora del partido ARI –al cual renunció para crear CC-, e integrante en el pasado también del radicalismo, en su vertiente de centroizquierda.
PRO: una agrupación política que lleva como candidato a López Murphy, hasta 2001 integrante también del radicalismo, pero al contrario de Carrió de la vertiente de derecha.
La mayoría de los votos va a agruparse en torno a esos cinco partidos. Y la conclusión contundente es que, sobre todo en los primeros tres, se trata de un revoltijo que ha coagulado en fracciones de las cuales no se sabe qué esperar. Porque quienes componen el liderazgo de esos partidos carecen de estructura ideológica y solamente los aglutina la conveniencia transitoria del poder. De la misma forma que transitan ente una y otra agrupación, mutan a la hora de las promesas que le formulan a los ciudadanos. En rigor no se sienten responsables, porque carecen de pertenencia. No tienen principios que preconizar, apenas unas pocas consignas gastadas, que tan pronto pueden defender desde un lugar o de otro. Lo dicho, un revoltijo.
Vean estas declaraciones extraídas del discurso pronunciado ayer de un candidato a presidente para las próximas elecciones del 28.
"No tengo vergüenza de decir que soy peronista"
“No nos avergüenza seguir teniendo como líder a Juan Domingo Perón”
“Se puede ser peronista compartiendo un proyecto con argentinos de otros signos políticos y muchos ciudadanos independientes”.
“El candidato a Presidente manifestó que entre los principales lineamientos del pensamiento de Perón y “como enseñó San Martín: serás lo que debas ser y sino no serás nada; del mismo modo, el peronismo debe volver a ser un signo de justicia social para los argentinos, sino no será nada”.
“Señaló que “de regreso al país, a principio de la década del ‘70, Perón acuñó la idea de que “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, como símbolo de unidad nacional y visión de futuro, enterando las disputas entre argentinos” por ello “el abrazo Perón-Balbín simbolizó, en lo político, el anhelo de la concordia nacional”.
Podrán preguntarse ¿qué tienen de particular? Provienen claramente de un político peronista en plena campaña. Y en efecto es así, pero lo bizarro es que este individuo, Roberto Lavagna, es candidato por Concertación UNA, una agrupación donde la base es el partido Radical.
Para decirlo derechamente: el candidato radical es peronista y critica en esas frases - aludiendo a través de metamensajes-, al kirchnerismo, al que acusa de haber perdido sus raíces. El kirchnerismo formó la alianza Frente para la Victoria con un sector dominante del radicalismo, ahora como se ve, escindido. Pero además en estas declaraciones formuladas en oportunidad del 112º aniversario del natalicio de Juan Domingo Perón, emplea el mismo argumento que esgrime por estos días otro candidato, también peronista o justicialista: Alberto Rodríguez Saá. Y para colmo, Lavagna, quien hoy reniega de los Kirchner, fue su ministro de Economía entre 2003 y 2005.
A modo de síntesis y para que se puedan ver las opciones dominantes que enfrenta el electorado:
Concertación UNA : agrupación con la base del partido radical histórico que lleva como candidato a Roberto Lavagna, peronista del riñón de otro, Eduardo Duhalde, que fue quien sostuvo la candidatura de Néstor Kirchner.
Frente para la Victoria: el kirchnerismo. Construido sobre la base de un dudoso peronismo de izquierda; de derecha, el duhaldismo, con el apoyo de otro sector del Partido Radical. La candidata es Cristina Kirchner y a vicepresidente el radical Cobos, gobernador de la provincia de Mendoza.
Partido Justicialista: También construido sobre la base de la derecha peronista y con el apoyo del ex presidente Carlos Menem, lleva como candidato a Rodríguez Saá, gobernador de la provincia de San Luis.
Coalición Cívica: una agrupación liderada por Elisa Carrió, fundadora del partido ARI –al cual renunció para crear CC-, e integrante en el pasado también del radicalismo, en su vertiente de centroizquierda.
PRO: una agrupación política que lleva como candidato a López Murphy, hasta 2001 integrante también del radicalismo, pero al contrario de Carrió de la vertiente de derecha.
La mayoría de los votos va a agruparse en torno a esos cinco partidos. Y la conclusión contundente es que, sobre todo en los primeros tres, se trata de un revoltijo que ha coagulado en fracciones de las cuales no se sabe qué esperar. Porque quienes componen el liderazgo de esos partidos carecen de estructura ideológica y solamente los aglutina la conveniencia transitoria del poder. De la misma forma que transitan ente una y otra agrupación, mutan a la hora de las promesas que le formulan a los ciudadanos. En rigor no se sienten responsables, porque carecen de pertenencia. No tienen principios que preconizar, apenas unas pocas consignas gastadas, que tan pronto pueden defender desde un lugar o de otro. Lo dicho, un revoltijo.
lunes, octubre 08, 2007
La revolución del tomate
Para los ciudadanos independientes, que no están atados a banderías políticas o ideológicas, las elecciones y un nuevo gobierno, suponen la esperanza de un cambio en las condiciones de vida. El individuo común abraza con cada elección una nueva causa que le promete resolver los problemas más acuciantes de su existencia cotidiana.
Claro que estas aspiraciones tienen límites que les plantea el escepticismo. Porque la sucesión de fracasos con cada gobierno a través de los años, la irrealidad de las promesas formuladas, cuando no el agravamiento de los problemas, conduce de manera inevitable a la incredulidad. En la Argentina votar o no, puede dar lo mismo, en tanto los gobiernos han desvirtuado sus mandatos, volcándose hacia adentro y alejándose de la sociedad, y en especial de sus votantes.
Los analistas explican en estas horas una suerte de atonía ciudadana por la inmediatez del proceso eleccionario que se avecina en apenas veinte días. En general la justificación es el hecho de que las inevitables encuestas dan por amplio margen ganadora en primera vuelta a la candidata oficial, Cristina Kirchner, que se vale de los recursos del aparato del Estado para su campaña proselitista. La mujer ha elegido presentarse como si ya hubiera sido electa, ante la crucial evidencia de que la oposición se ha fragmentado sin lograr constituir un bloque temible para el oficialismo.
Si esos pronósticos no fallan, entonces tendremos otros cuatro años de la dinastía Kirchner que en su propias proclamas se considera el factótum de una revolución fundacional –otra más- en la sociedad.
El kirchnerismo en la persona del presidente, su esposa y otros personeros, no solamente desprecia las ideas de otros sectores y de la oposición, sino que también desprecia la realidad y apela a la negación y la mentira sistemática para desvirtuarla.
Y esa realidad está mostrando que los logros del gobierno que culmina son extremadamente magros. El presidente cedería entonces el mando a su consorte sin haber resuelto los mayores problemas que aquejan a la sociedad en el día a día. Y peor aun, incorporando distorsiones que podían suponerse superadas en el país o en camino de ser encaminadas hacia una resolución definitiva.
La Argentina está sumida en una extrema violencia, no política, sino cotidiana, desconocida hasta hace unos años. El delito pretende ser ignorado pero domina las páginas informativas, por momentos cruentos, terribles.
Aunque lo niegue, el gobierno de Kirchner ha deshilachado la calidad institucional del país, en lugar de fortalecer los resortes de funcionamiento de la democracia. Al punto que hoy hasta tienen sentido las críticas de políticos que en el pasado exhibieron poco o ningún apego a la legalidad. Son menos malos que Kirchner y su entorno.
Ha mostrado sí este gobierno cifras importantes de aumento de la actividad económica, tal vez impar, pero en el contexto de una situación de crecimiento económico internacional que le resultó favorable y apoyado básicamente en la demanda, lo que ha generado en la base de la economía, ante la evidencia de una inversión deficiente, presiones inflacionarias que hoy han vuelto a emerger y de las que no se tenía vestigios desde 1991. La candidata ha dicho hoy ante empresarios que “son más que aceptables en el proceso de crecimiento”. Claro está: exhibir aunque fuera una mínima preocupación sería un demérito para la gestión, que además de la negación –como ya he dicho en otros post- ha apelado al simple expediente de impulsar la falsificación de los índices de inflación, lo que no solamente degrada a esas estadísticas en términos de su empleo profesional para las proyecciones económicas, sino que además pone en terreno más que dudoso otros índices asociados, como la disminución de la pobreza que agita el gobierno o el monto básico que requiere cubrir las necesidades mínimas de las familias.
Hoy ha comenzado a tener lugar un hecho inédito en el país de los alimentos. Las organizaciones de defensa del consumidor han impulsado un boicot de cinco días a la compra de tomates y algunas hortalizas que alcanzaron precios exorbitantes. Puede parecer un hecho menor, pero el disgusto ciudadano adopta a veces caminos misteriosos.
En Economía a veces es necesario dejar de lado las grandes cifras y mirar en chiquito, para tener una apreciación ajustada de la validez de las políticas oficiales. Todos conocen los zapallos calabaza. Doy fe que los comerciantes comenzaron a venderlos por mitades para tornarlos accesibles a los bolsillos y ya lo están haciendo por cuartos. Es un ejemplo apenas, entre tantos. El punto es que hay un nivel de pobreza estadístico y hay otro cotidiano, concreto, real que aquél nunca refleja.
De nuevo entonces, si las encuestas van a reflejar la realidad de la elección, tendremos por delante otros cuatro años de dinastía en manos de una candidata que gasta los recursos oficiales, de todos, en lujosos hoteles del mundo, sin apenas hacerse cargo de los problemas que en mayor medida acucian –paradójicamente- a quienes le depositarán el voto.
Claro que estas aspiraciones tienen límites que les plantea el escepticismo. Porque la sucesión de fracasos con cada gobierno a través de los años, la irrealidad de las promesas formuladas, cuando no el agravamiento de los problemas, conduce de manera inevitable a la incredulidad. En la Argentina votar o no, puede dar lo mismo, en tanto los gobiernos han desvirtuado sus mandatos, volcándose hacia adentro y alejándose de la sociedad, y en especial de sus votantes.
Los analistas explican en estas horas una suerte de atonía ciudadana por la inmediatez del proceso eleccionario que se avecina en apenas veinte días. En general la justificación es el hecho de que las inevitables encuestas dan por amplio margen ganadora en primera vuelta a la candidata oficial, Cristina Kirchner, que se vale de los recursos del aparato del Estado para su campaña proselitista. La mujer ha elegido presentarse como si ya hubiera sido electa, ante la crucial evidencia de que la oposición se ha fragmentado sin lograr constituir un bloque temible para el oficialismo.
Si esos pronósticos no fallan, entonces tendremos otros cuatro años de la dinastía Kirchner que en su propias proclamas se considera el factótum de una revolución fundacional –otra más- en la sociedad.
El kirchnerismo en la persona del presidente, su esposa y otros personeros, no solamente desprecia las ideas de otros sectores y de la oposición, sino que también desprecia la realidad y apela a la negación y la mentira sistemática para desvirtuarla.
Y esa realidad está mostrando que los logros del gobierno que culmina son extremadamente magros. El presidente cedería entonces el mando a su consorte sin haber resuelto los mayores problemas que aquejan a la sociedad en el día a día. Y peor aun, incorporando distorsiones que podían suponerse superadas en el país o en camino de ser encaminadas hacia una resolución definitiva.
La Argentina está sumida en una extrema violencia, no política, sino cotidiana, desconocida hasta hace unos años. El delito pretende ser ignorado pero domina las páginas informativas, por momentos cruentos, terribles.
Aunque lo niegue, el gobierno de Kirchner ha deshilachado la calidad institucional del país, en lugar de fortalecer los resortes de funcionamiento de la democracia. Al punto que hoy hasta tienen sentido las críticas de políticos que en el pasado exhibieron poco o ningún apego a la legalidad. Son menos malos que Kirchner y su entorno.
Ha mostrado sí este gobierno cifras importantes de aumento de la actividad económica, tal vez impar, pero en el contexto de una situación de crecimiento económico internacional que le resultó favorable y apoyado básicamente en la demanda, lo que ha generado en la base de la economía, ante la evidencia de una inversión deficiente, presiones inflacionarias que hoy han vuelto a emerger y de las que no se tenía vestigios desde 1991. La candidata ha dicho hoy ante empresarios que “son más que aceptables en el proceso de crecimiento”. Claro está: exhibir aunque fuera una mínima preocupación sería un demérito para la gestión, que además de la negación –como ya he dicho en otros post- ha apelado al simple expediente de impulsar la falsificación de los índices de inflación, lo que no solamente degrada a esas estadísticas en términos de su empleo profesional para las proyecciones económicas, sino que además pone en terreno más que dudoso otros índices asociados, como la disminución de la pobreza que agita el gobierno o el monto básico que requiere cubrir las necesidades mínimas de las familias.
Hoy ha comenzado a tener lugar un hecho inédito en el país de los alimentos. Las organizaciones de defensa del consumidor han impulsado un boicot de cinco días a la compra de tomates y algunas hortalizas que alcanzaron precios exorbitantes. Puede parecer un hecho menor, pero el disgusto ciudadano adopta a veces caminos misteriosos.
En Economía a veces es necesario dejar de lado las grandes cifras y mirar en chiquito, para tener una apreciación ajustada de la validez de las políticas oficiales. Todos conocen los zapallos calabaza. Doy fe que los comerciantes comenzaron a venderlos por mitades para tornarlos accesibles a los bolsillos y ya lo están haciendo por cuartos. Es un ejemplo apenas, entre tantos. El punto es que hay un nivel de pobreza estadístico y hay otro cotidiano, concreto, real que aquél nunca refleja.
De nuevo entonces, si las encuestas van a reflejar la realidad de la elección, tendremos por delante otros cuatro años de dinastía en manos de una candidata que gasta los recursos oficiales, de todos, en lujosos hoteles del mundo, sin apenas hacerse cargo de los problemas que en mayor medida acucian –paradójicamente- a quienes le depositarán el voto.
sábado, octubre 06, 2007
La negación
Los jóvenes argentinos que tienen entre 20 y 30 años y ya están involucrados en responsabilidades -básicamente de familia-, han comenzado a preocuparse seriamente por el rumbo que están tomando las cosas en la economía. Me refiero a la parte de la economía que perciben los no entendidos: el aumento sostenido de precios.
Están asistiendo a un fenómeno para ellos desconocido, que había desaparecido en 1991 cuando fue aplicado el Plan de Convertibilidad, tras años de sufrir inflación desbocada y dos hiperinflaciones. En ese año este sector de jóvenes estaba en la infancia o la pubertad y eran los padres quienes debían lidiar con la erosión permanente de sus ingresos y las crecientes dificultades de la manutención familiar.
Pero esos tiempos naturales de despreocupación quedaron el pasado y ahora todos vemos con el ceño fruncido como lentamente, pero con paso firme, se retorna al clima de inestabilidad.
En el pasado, con suerte diversa y sin éxito definitivo, los gobiernos peleaban contra el aumento de precios. Pero ahora se ha elegido un camino de alto peligro, que consiste en el simple trámite de ignorar la contundencia de la realidad. El presidente Kirchner y su esposa que aspira a continuar la dinastía, menosprecian con expresiones despectivas la significación del problema.
Desde el desconocimiento o la mala fe, el presidente acaba de declarar muy suelto de cuerpo que el aumento de precios es culpa de los que juegan a la inflación para obtener mayores ganancias. Y su esposa, en el reciente viaje a los Estados Unidos, cuando le preguntaron por el problema inflacionario, se limitó a argumentar que es un problema de carácter internacional al que no es ajeno la Argentina.
Lo cierto es que esa negación pública de presidente y candidata está contenida dentro de una estrategia deplorable de disfrazar los cálculos de aumentos de precios, para que no se manifieste un demérito del gobierno en la administración de la economía. Como muchos sabrán, el respetable INDEC (Instituto de Estadísticas y Censos), ha dejado de serlo merced a la intervención practicada en su estructura, y desde hace aproximadamente un año su plantel de profesionales está en conflicto y ha denunciado ante la Justicia cómo se “dibujan” los índices mes a mes, para que luzcan aceptables.
Kirchner eligió combatir la inflación a través acuerdos de precios con distintos sectores empresarios de la economía. Como está probado hasta el hartazgo en la historia económica, es una política que no da resultado ni siquiera en el mediano plazo. Así, los precios que publicitan fruto de esos acuerdos no son los que se pueden encontrar en el día a día. Pero sí son lo que se tienen en cuenta al momento de calcular la evolución de la inflación.
Pero nada de esta evidencia le importa al gobierno, porque no administra para la gente sino para su propia supervivencia y para asegurar una continuidad que apunta a ser muy complicada en términos económicos, por no emplear calificativos más duros. Porque si algo hay de cierto en economía es que cuando no se toman las decisiones correctas, la realidad acaba por manifestarse con toda crudeza.
En la Argentina hay inflación reprimida que ya está buscando cauces para expresarse.
Están asistiendo a un fenómeno para ellos desconocido, que había desaparecido en 1991 cuando fue aplicado el Plan de Convertibilidad, tras años de sufrir inflación desbocada y dos hiperinflaciones. En ese año este sector de jóvenes estaba en la infancia o la pubertad y eran los padres quienes debían lidiar con la erosión permanente de sus ingresos y las crecientes dificultades de la manutención familiar.
Pero esos tiempos naturales de despreocupación quedaron el pasado y ahora todos vemos con el ceño fruncido como lentamente, pero con paso firme, se retorna al clima de inestabilidad.
En el pasado, con suerte diversa y sin éxito definitivo, los gobiernos peleaban contra el aumento de precios. Pero ahora se ha elegido un camino de alto peligro, que consiste en el simple trámite de ignorar la contundencia de la realidad. El presidente Kirchner y su esposa que aspira a continuar la dinastía, menosprecian con expresiones despectivas la significación del problema.
Desde el desconocimiento o la mala fe, el presidente acaba de declarar muy suelto de cuerpo que el aumento de precios es culpa de los que juegan a la inflación para obtener mayores ganancias. Y su esposa, en el reciente viaje a los Estados Unidos, cuando le preguntaron por el problema inflacionario, se limitó a argumentar que es un problema de carácter internacional al que no es ajeno la Argentina.
Lo cierto es que esa negación pública de presidente y candidata está contenida dentro de una estrategia deplorable de disfrazar los cálculos de aumentos de precios, para que no se manifieste un demérito del gobierno en la administración de la economía. Como muchos sabrán, el respetable INDEC (Instituto de Estadísticas y Censos), ha dejado de serlo merced a la intervención practicada en su estructura, y desde hace aproximadamente un año su plantel de profesionales está en conflicto y ha denunciado ante la Justicia cómo se “dibujan” los índices mes a mes, para que luzcan aceptables.
Kirchner eligió combatir la inflación a través acuerdos de precios con distintos sectores empresarios de la economía. Como está probado hasta el hartazgo en la historia económica, es una política que no da resultado ni siquiera en el mediano plazo. Así, los precios que publicitan fruto de esos acuerdos no son los que se pueden encontrar en el día a día. Pero sí son lo que se tienen en cuenta al momento de calcular la evolución de la inflación.
Pero nada de esta evidencia le importa al gobierno, porque no administra para la gente sino para su propia supervivencia y para asegurar una continuidad que apunta a ser muy complicada en términos económicos, por no emplear calificativos más duros. Porque si algo hay de cierto en economía es que cuando no se toman las decisiones correctas, la realidad acaba por manifestarse con toda crudeza.
En la Argentina hay inflación reprimida que ya está buscando cauces para expresarse.
jueves, octubre 04, 2007
Más plata para espías
La secretaría de Inteligencia del Estado (vulgo la SIDE) fue un organismo de protagonismo siniestro en la dictadura de los años 70. Con la llegada de la democracia en los 80 fue perdiendo el rol nefasto de los años de plomo, como se los ha dado en llamar. Pero los sucesivos gobiernos democráticos han sido remisos a recortarle presupuesto. Ya no se “espía” como antes con igual fervor a los ciudadanos –queremos creer-, pero por su carácter de “secreto” le ha venido como anillo al dedo a los políticos, porque el detalle de sus gastos es hermético. Es decir, solamente se conoce el monto global que se le asigna anualmente, pero sobre esos fondos no se hace auditoría alguna, con el amparo del “secreto de estado”.
De la SIDE salieron los fondos (400 mil dólares) que la Justicia le concedió al que fuera único detenido por el atentado contra la mutual judía AMIA en 1984, para que incriminara a policías de Buenos Aires. Y según denunció luego un arrepentido (una causa que está en trámite) de la SIDE también salieron los jugosos sobornos a varios senadores para que fuera aprobada una ley de flexibilización laboral, durante el gobierno del radical Fernando de la Rúa.
La señora Cristina de la dinastía Kirchner, a pesar de su discurso progresista, parece aspirar a que el organismo cuente con todavía más presupuesto, circunstancia que abre espacio a todo tipo de especulaciones. El gobierno ha enviado al Congreso –donde por mayoría ninguna iniciativa rebota- un proyecto de ley que contempla una cifra récord de para los gastos de la SIDE. La partida que pidió su marido el presidente para dejarle a la señora (si es que gana las elecciones, lo que descuentan) es un 35% más alta que el presupuesto actual, según informó hoy el diario Perfil.
Esto redondea nada más y nada menos que unos 200 millones de dólares.
Para tener idea, es la misma cifra que se destinará al Parlamento y superior al incremento planificado para la educación y la salud; y más que duplica al aumento porcentual pautado para el presupuesto global de 2008, que es de 16 por ciento.
El dato es muy preocupante. O Cristina aspira a restituir el rol de la SIDE en el espionaje interno (no hay conflictos externos en el horizonte que lo justifiquen) o profundizará la política de manejo indiscriminado de fondos públicos que viene llevando a cabo el gobierno y que se lanzó con los superpoderes para reasignar recursos, desautorizando lo establecido por el presupuesto global del país.
Es un agujero negro donde se pueden manotear millonadas sin que sea posible ejercer control alguno.
Digamos que como perspectiva de gobierno, en un país donde hay cerca aún de 10 millones de pobres (un cuarto de la población), es sombría. Pero también convoca a la reflexión el hecho de que ha cobrado fuerza la versión de que el ex delegado de Perón e intermediario con Montoneros, Juan Manuel Abal Medina, tomaría a su cargo la secretaría aludida. El personaje, según resume la nota del diario difundida hoy, es un experto en la materia. Llegó a comandar una fuerza de inteligencia de otro país en México durante los 80. Fue jefe de los servicios del PRI durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, bajo las órdenes del ministro del interior azteca, Fernando Gutiérrez Barrios, y estuvo indudablemente ligado a la extrema izquierda guerrillera en los 70. Su hermano Fernando fue el primer jefe de Montoneros y quien ejecutó al general Pedro Eugenio Aramburu, uno de los militares de la Revolución Libertadora ungido presidente tras la destitución del Perón en el golpe de ese año.
De la SIDE salieron los fondos (400 mil dólares) que la Justicia le concedió al que fuera único detenido por el atentado contra la mutual judía AMIA en 1984, para que incriminara a policías de Buenos Aires. Y según denunció luego un arrepentido (una causa que está en trámite) de la SIDE también salieron los jugosos sobornos a varios senadores para que fuera aprobada una ley de flexibilización laboral, durante el gobierno del radical Fernando de la Rúa.
La señora Cristina de la dinastía Kirchner, a pesar de su discurso progresista, parece aspirar a que el organismo cuente con todavía más presupuesto, circunstancia que abre espacio a todo tipo de especulaciones. El gobierno ha enviado al Congreso –donde por mayoría ninguna iniciativa rebota- un proyecto de ley que contempla una cifra récord de para los gastos de la SIDE. La partida que pidió su marido el presidente para dejarle a la señora (si es que gana las elecciones, lo que descuentan) es un 35% más alta que el presupuesto actual, según informó hoy el diario Perfil.
Esto redondea nada más y nada menos que unos 200 millones de dólares.
Para tener idea, es la misma cifra que se destinará al Parlamento y superior al incremento planificado para la educación y la salud; y más que duplica al aumento porcentual pautado para el presupuesto global de 2008, que es de 16 por ciento.
El dato es muy preocupante. O Cristina aspira a restituir el rol de la SIDE en el espionaje interno (no hay conflictos externos en el horizonte que lo justifiquen) o profundizará la política de manejo indiscriminado de fondos públicos que viene llevando a cabo el gobierno y que se lanzó con los superpoderes para reasignar recursos, desautorizando lo establecido por el presupuesto global del país.
Es un agujero negro donde se pueden manotear millonadas sin que sea posible ejercer control alguno.
Digamos que como perspectiva de gobierno, en un país donde hay cerca aún de 10 millones de pobres (un cuarto de la población), es sombría. Pero también convoca a la reflexión el hecho de que ha cobrado fuerza la versión de que el ex delegado de Perón e intermediario con Montoneros, Juan Manuel Abal Medina, tomaría a su cargo la secretaría aludida. El personaje, según resume la nota del diario difundida hoy, es un experto en la materia. Llegó a comandar una fuerza de inteligencia de otro país en México durante los 80. Fue jefe de los servicios del PRI durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, bajo las órdenes del ministro del interior azteca, Fernando Gutiérrez Barrios, y estuvo indudablemente ligado a la extrema izquierda guerrillera en los 70. Su hermano Fernando fue el primer jefe de Montoneros y quien ejecutó al general Pedro Eugenio Aramburu, uno de los militares de la Revolución Libertadora ungido presidente tras la destitución del Perón en el golpe de ese año.
lunes, octubre 01, 2007
¡Paren a esos chicos de una buena vez!
¡Paren a esos chicos de una buena vez!
¡Niño, deja ya de joder con la pelota!...decía Joan Manuel. Y se me antoja una metáfora de la educación de antes, donde los chicos ocupaban un espacio definido, con límites, sin romperle los gobelinos permanentemente a sus padres. Es cierto que a veces a los padres se les iban las manos –literalmente-, pero a lo largo de mi infancia no he visto ni he sabido de urgencias médicas para niños rebeldes. Unos chirlos, unas amenazas de coscorrones daban por terminadas las resistencias. Entrar para tomar la leche, a hacer los deberes de la escuela, eran órdenes inapelables.
Pero se sabe, los padres han perdido la autoridad desde que la psicología le enseñó a la sociedad que es malo restringirles los impulsos. Ahora los chicos no cumplen años (cumplen añitos) y no tienen cuatro años, tienen cuatro añitos, y todo así con diminutivos. La psicología acojonó –como dicen tan expresivamente los españoles- a los padres hasta transformarlos en estúpidos chicos-dependientes. Y las reuniones donde se encuentran madres y padres dan náuseas.
Y viene este amigo con su hijo verborrágico que en todo quiere intervenir, y debo –por amabilidad- prestarle atención, mostrar interés, para no dañar su delicada psiquis, aun cuando necesitaría un decodificador inglés para entender qué corno está queriendo decir, que no es nada, solamente lo primero que le viene a la cabecita, pobrecito (cabeza, claro). Y el padre y la madre, nada.
¡No te metas en las conversaciones de los mayores!, escuché decir algunas veces cuando tenía unos pocos “añitos”, zamarreo incluido seguro. De ahí en más, solamente a escuchar o acaso ni eso. “Vaya ustedes para allá, que no lo pueden escuchar”. Y uno sabía que había temas que les eran prohibidos y que se debía esperar que pasara el tiempo. Con curiosidad, por supuesto, pero respetando las decisiones de los mayores, que se tomaban con naturalidad.
Y estoy en el restaurante y esos dos andan corriendo entre las mesas. De pronto uno para a mi lado, se asoma sobre el plato y sin más dispara: “que estás comiendo”. Y otra vez la “calidez” … somorgujos a la provenzal. Y mi otro yo le aplica un shot en el trasero y lo devuelve a sus padres, que de lejos esbozando sonrisas parecen excusar…”tiene tres añitos” y la p…
En mi época íbamos al colegio y a veces –como yo- a alguna maestra particular para desasnarnos. Ahora los chicos tienen actividades. Porque está prohibido aburrirse. Aburrirse es despreciable, aun cuando sea la condición indispensable para nutrir la imaginación, la creatividad. A la mañana a la escuela y a las dos tae kwon do (para que sepan defenderse de los barrabravas en los estadios, o para que lo sean. Después tenis, para que acaso lleguen al circuito profesional y más tarde inglés. Y a la noche un pijama party y los sábados los onomásticos de los “amiguitos”, que cumplen añitos. Y en las vacaciones a ver películas y espectáculos idiotizantes, no vaya a ser que se queden en casa. Y más y más demandas, de cosas, de películas, de videos, de MP3 de MP4, y aquello que hace esto y esto que hace lo otro. Padres e hijos enloquecidos.
Veo en la TV que un chico de doce degolló a un “compañerito” del colegio que había ido a su casa para hacer una tarea. No un chico marginal, uno de excelente conducta, con 9.60 de promedio decían sus maestros. Primero inventó un robo, luego confesó. Nadie se lo explica.
¡Niño, deja ya de joder con la pelota!...decía Joan Manuel. Y se me antoja una metáfora de la educación de antes, donde los chicos ocupaban un espacio definido, con límites, sin romperle los gobelinos permanentemente a sus padres. Es cierto que a veces a los padres se les iban las manos –literalmente-, pero a lo largo de mi infancia no he visto ni he sabido de urgencias médicas para niños rebeldes. Unos chirlos, unas amenazas de coscorrones daban por terminadas las resistencias. Entrar para tomar la leche, a hacer los deberes de la escuela, eran órdenes inapelables.
Pero se sabe, los padres han perdido la autoridad desde que la psicología le enseñó a la sociedad que es malo restringirles los impulsos. Ahora los chicos no cumplen años (cumplen añitos) y no tienen cuatro años, tienen cuatro añitos, y todo así con diminutivos. La psicología acojonó –como dicen tan expresivamente los españoles- a los padres hasta transformarlos en estúpidos chicos-dependientes. Y las reuniones donde se encuentran madres y padres dan náuseas.
Y viene este amigo con su hijo verborrágico que en todo quiere intervenir, y debo –por amabilidad- prestarle atención, mostrar interés, para no dañar su delicada psiquis, aun cuando necesitaría un decodificador inglés para entender qué corno está queriendo decir, que no es nada, solamente lo primero que le viene a la cabecita, pobrecito (cabeza, claro). Y el padre y la madre, nada.
¡No te metas en las conversaciones de los mayores!, escuché decir algunas veces cuando tenía unos pocos “añitos”, zamarreo incluido seguro. De ahí en más, solamente a escuchar o acaso ni eso. “Vaya ustedes para allá, que no lo pueden escuchar”. Y uno sabía que había temas que les eran prohibidos y que se debía esperar que pasara el tiempo. Con curiosidad, por supuesto, pero respetando las decisiones de los mayores, que se tomaban con naturalidad.
Y estoy en el restaurante y esos dos andan corriendo entre las mesas. De pronto uno para a mi lado, se asoma sobre el plato y sin más dispara: “que estás comiendo”. Y otra vez la “calidez” … somorgujos a la provenzal. Y mi otro yo le aplica un shot en el trasero y lo devuelve a sus padres, que de lejos esbozando sonrisas parecen excusar…”tiene tres añitos” y la p…
En mi época íbamos al colegio y a veces –como yo- a alguna maestra particular para desasnarnos. Ahora los chicos tienen actividades. Porque está prohibido aburrirse. Aburrirse es despreciable, aun cuando sea la condición indispensable para nutrir la imaginación, la creatividad. A la mañana a la escuela y a las dos tae kwon do (para que sepan defenderse de los barrabravas en los estadios, o para que lo sean. Después tenis, para que acaso lleguen al circuito profesional y más tarde inglés. Y a la noche un pijama party y los sábados los onomásticos de los “amiguitos”, que cumplen añitos. Y en las vacaciones a ver películas y espectáculos idiotizantes, no vaya a ser que se queden en casa. Y más y más demandas, de cosas, de películas, de videos, de MP3 de MP4, y aquello que hace esto y esto que hace lo otro. Padres e hijos enloquecidos.
Veo en la TV que un chico de doce degolló a un “compañerito” del colegio que había ido a su casa para hacer una tarea. No un chico marginal, uno de excelente conducta, con 9.60 de promedio decían sus maestros. Primero inventó un robo, luego confesó. Nadie se lo explica.
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