lunes, octubre 01, 2007

¡Paren a esos chicos de una buena vez!

¡Paren a esos chicos de una buena vez!

¡Niño, deja ya de joder con la pelota!...decía Joan Manuel. Y se me antoja una metáfora de la educación de antes, donde los chicos ocupaban un espacio definido, con límites, sin romperle los gobelinos permanentemente a sus padres. Es cierto que a veces a los padres se les iban las manos –literalmente-, pero a lo largo de mi infancia no he visto ni he sabido de urgencias médicas para niños rebeldes. Unos chirlos, unas amenazas de coscorrones daban por terminadas las resistencias. Entrar para tomar la leche, a hacer los deberes de la escuela, eran órdenes inapelables.
Pero se sabe, los padres han perdido la autoridad desde que la psicología le enseñó a la sociedad que es malo restringirles los impulsos. Ahora los chicos no cumplen años (cumplen añitos) y no tienen cuatro años, tienen cuatro añitos, y todo así con diminutivos. La psicología acojonó –como dicen tan expresivamente los españoles- a los padres hasta transformarlos en estúpidos chicos-dependientes. Y las reuniones donde se encuentran madres y padres dan náuseas.
Y viene este amigo con su hijo verborrágico que en todo quiere intervenir, y debo –por amabilidad- prestarle atención, mostrar interés, para no dañar su delicada psiquis, aun cuando necesitaría un decodificador inglés para entender qué corno está queriendo decir, que no es nada, solamente lo primero que le viene a la cabecita, pobrecito (cabeza, claro). Y el padre y la madre, nada.
¡No te metas en las conversaciones de los mayores!, escuché decir algunas veces cuando tenía unos pocos “añitos”, zamarreo incluido seguro. De ahí en más, solamente a escuchar o acaso ni eso. “Vaya ustedes para allá, que no lo pueden escuchar”. Y uno sabía que había temas que les eran prohibidos y que se debía esperar que pasara el tiempo. Con curiosidad, por supuesto, pero respetando las decisiones de los mayores, que se tomaban con naturalidad.
Y estoy en el restaurante y esos dos andan corriendo entre las mesas. De pronto uno para a mi lado, se asoma sobre el plato y sin más dispara: “que estás comiendo”. Y otra vez la “calidez” … somorgujos a la provenzal. Y mi otro yo le aplica un shot en el trasero y lo devuelve a sus padres, que de lejos esbozando sonrisas parecen excusar…”tiene tres añitos” y la p…
En mi época íbamos al colegio y a veces –como yo- a alguna maestra particular para desasnarnos. Ahora los chicos tienen actividades. Porque está prohibido aburrirse. Aburrirse es despreciable, aun cuando sea la condición indispensable para nutrir la imaginación, la creatividad. A la mañana a la escuela y a las dos tae kwon do (para que sepan defenderse de los barrabravas en los estadios, o para que lo sean. Después tenis, para que acaso lleguen al circuito profesional y más tarde inglés. Y a la noche un pijama party y los sábados los onomásticos de los “amiguitos”, que cumplen añitos. Y en las vacaciones a ver películas y espectáculos idiotizantes, no vaya a ser que se queden en casa. Y más y más demandas, de cosas, de películas, de videos, de MP3 de MP4, y aquello que hace esto y esto que hace lo otro. Padres e hijos enloquecidos.
Veo en la TV que un chico de doce degolló a un “compañerito” del colegio que había ido a su casa para hacer una tarea. No un chico marginal, uno de excelente conducta, con 9.60 de promedio decían sus maestros. Primero inventó un robo, luego confesó. Nadie se lo explica.