Los jóvenes argentinos que tienen entre 20 y 30 años y ya están involucrados en responsabilidades -básicamente de familia-, han comenzado a preocuparse seriamente por el rumbo que están tomando las cosas en la economía. Me refiero a la parte de la economía que perciben los no entendidos: el aumento sostenido de precios.
Están asistiendo a un fenómeno para ellos desconocido, que había desaparecido en 1991 cuando fue aplicado el Plan de Convertibilidad, tras años de sufrir inflación desbocada y dos hiperinflaciones. En ese año este sector de jóvenes estaba en la infancia o la pubertad y eran los padres quienes debían lidiar con la erosión permanente de sus ingresos y las crecientes dificultades de la manutención familiar.
Pero esos tiempos naturales de despreocupación quedaron el pasado y ahora todos vemos con el ceño fruncido como lentamente, pero con paso firme, se retorna al clima de inestabilidad.
En el pasado, con suerte diversa y sin éxito definitivo, los gobiernos peleaban contra el aumento de precios. Pero ahora se ha elegido un camino de alto peligro, que consiste en el simple trámite de ignorar la contundencia de la realidad. El presidente Kirchner y su esposa que aspira a continuar la dinastía, menosprecian con expresiones despectivas la significación del problema.
Desde el desconocimiento o la mala fe, el presidente acaba de declarar muy suelto de cuerpo que el aumento de precios es culpa de los que juegan a la inflación para obtener mayores ganancias. Y su esposa, en el reciente viaje a los Estados Unidos, cuando le preguntaron por el problema inflacionario, se limitó a argumentar que es un problema de carácter internacional al que no es ajeno la Argentina.
Lo cierto es que esa negación pública de presidente y candidata está contenida dentro de una estrategia deplorable de disfrazar los cálculos de aumentos de precios, para que no se manifieste un demérito del gobierno en la administración de la economía. Como muchos sabrán, el respetable INDEC (Instituto de Estadísticas y Censos), ha dejado de serlo merced a la intervención practicada en su estructura, y desde hace aproximadamente un año su plantel de profesionales está en conflicto y ha denunciado ante la Justicia cómo se “dibujan” los índices mes a mes, para que luzcan aceptables.
Kirchner eligió combatir la inflación a través acuerdos de precios con distintos sectores empresarios de la economía. Como está probado hasta el hartazgo en la historia económica, es una política que no da resultado ni siquiera en el mediano plazo. Así, los precios que publicitan fruto de esos acuerdos no son los que se pueden encontrar en el día a día. Pero sí son lo que se tienen en cuenta al momento de calcular la evolución de la inflación.
Pero nada de esta evidencia le importa al gobierno, porque no administra para la gente sino para su propia supervivencia y para asegurar una continuidad que apunta a ser muy complicada en términos económicos, por no emplear calificativos más duros. Porque si algo hay de cierto en economía es que cuando no se toman las decisiones correctas, la realidad acaba por manifestarse con toda crudeza.
En la Argentina hay inflación reprimida que ya está buscando cauces para expresarse.