Durante más de un mes, los argentinos fuimos literalmente bombardeados desde la televisión por las promociones y manifestaciones de exitismo por la participación de la selección de rugby en el mundial que está a punto de culminar y que dirimirán Sudáfrica e Inglaterra.
Las publicidades apelaban a la vena patriótica y proclamaban… “todos somos Pumas”, como se sabe el apodo de la selección.
El rugby no es un deporte lo que se dice popular en este país, donde domina el fútbol. Es practicado en los clubes más exclusivos y jugadores, seguidores y favorecedores pertenecen a una suerte de elite económica.
Esa lejanía con la gente en términos masivos, lo torna ciertamente incomprensible. Solamente quienes lo practican y los especialistas parecen alcanzar los entretelones de un juego donde la brutalidad es lo normal y donde incluso los espectadores no llegan a observar todas las alternativas de la disputa.
Pero no importa. Los Pumas con sus primeros triunfos que los colocaron en las semifinales abrieron la puerta para que los medios –sobre todo los que tratan con profusión cuestiones deportivas- se subieran al carro de la victoria. No se puede saber con certeza, pero es posible que a la gente le importara un bledo.
Como sea, a los Pumas no les alcanzó y fueron superados por el representativo de Sudáfrica, donde sí parece que el deporte es popular. No me pude sustraer a observar unos minutos ese partido. Y confieso que no termino de entender qué significa jugar bien o mal. Porque los periodistas aseguran que la Argentina jugó mal (¿?.)
Como observador inexperto apenas puedo distinguir que meter de un patadón esa pelota ovalada (le dicen la guinda) entre dos postes a 50 metros de distancia no debe ser nada sencillo. Pero nada más. Porque todo es amontonamiento, golpes, tacles e impedir por medios más o menos brutales que los contrincantes avancen.
Me falta cultura deportiva. Pero me animo a defender la idea de que los sudafricanos vencieron porque tienen en sus filas algunos gigantes que meten miedo con sólo verlos.
Sin duda el fútbol es más democrático. Con un pequeño curso de asistencia a los encuentros –incluso por TV- el neófito llega a apreciar las sutilezas de la habilidad con el balón, la maestría en los pases, o una definición precisa frente al arco, como nos regaló Riquelme en los dos tiros libres frente a Chile el sábado pasado.
Y conociendo a los argentinos me animaría a defender también la idea de que muchos de quienes se declaran fanáticos seguidores del rugby la “caretean”, entendiendo el significado de este vocablo como fingir que se sabe, cuando se ignora lo esencial.
Más allá de todo esto, con solamente caer ante Sudáfrica el citado bombardeo patriótico se acabó como por arte de magia y retornó la normalidad. La Argentina puede salir en el tercer puesto en este mundial si le gana a Francia y si fuera así consideran que se trata de un logro importante. Pero a qué argentino le gusta salir tercero. Eso vulnera el ser nacional, solamente preparado para el triunfo, aunque esto sea respaldado por escasa evidencia.