domingo, agosto 26, 2007
El triunfo de Arellana
Los que tienen poder, permanente o circunstancial, real o figurado, casi siempre lo ejercen sin reparar en las consecuencias. El poder nubla la inteligencia y relega al pensamiento estratégico –ésa es su debilidad-, y cuando es así, quienes lo imponen incluso obtienen resultados contrarios a los que aspiran.
Los norteamericanos son especialistas paradigmáticos en la materia. Para qué explayarse sobre sus intervenciones bélicas. Ahora han incurrido en el mismo pecado al expulsar del país a una inmigrante mexicana ilegal que residía desde hace varios años en los Estados Unidos. Se trata de Elvira Arellano, quien en una entrevista trasmitida hoy en CNN en español demostró una singular lucidez. La mujer ha dejado en los EE.UU. un hijo de corta edad que no le permitieron llevar en su deportación a México. Podría haber sido un episodio más de expulsión, pero las circunstancias particulares de esta mujer, combinadas con la miopía del poder han derivado en hechos inesperados.
De acuerdo con su relato, trabajaba en el sector de limpieza de un aeropuerto y tras el atentado a las Torres Gemelas, fue descubierta. A partir de ese momento alcanzó a recibir una residencia transitoria, que en estos días, al fin, no le fue renovada. El mayor problema con Arellano fue, más que su condición de ilegal, el hecho de que una vez expuesta y maltratada, comenzó una suerte de campaña de concientización entre sus pares que puso –por decirlo en terminología argentina- en situación de alerta y movilización a los inmigrantes por la defensa de sus derechos.
La intención norteamericana fue sin duda ejemplificar por el miedo. Pero como siempre le sucede al poder, el intento fracasó. La cuestión podría haber sido resuelta de manera humanitaria, pero al forzar la deportación de Elvira, lo único que consiguieron fue exasperar la resistencia de los inmigrantes a lo largo de distintas ciudades de los Estados Unidos. Y además generar una corriente de obstinación fuera del país. Porque según anticipó Arellano en la entrevista con CNN, se convocarán manifestaciones en Tijuana, la antesala azteca de la fuga al norte de los “espaldas mojadas”.
Mencioné antes la lucidez de Arellano. En el lenguaje juvenil, “la tiene clara”, además de expresar una pasmosa determinación. De trabajadora en las sombras, atisbando siempre sobre su hombro, sin beneficios ni protección alguna, con su persecución el poder la trasmutó en una líder.
El Kirchner íntimo
La reciente aparición de “El alba, el crepúsculo o la noche”, un libro de la dramaturga Yasmina Reza, que propone un sorprendente retrato psicológico del presidente francés, Nicolas Sarkozy (según afirman las noticias), me ha llevado a pensar en el pobre conocimiento que tenemos los argentinos de nuestro propio primer mandatario. Lo que debe ser mirado con asombro.
Mr.K ha logrado mantener a rajatabla un bajo perfil acerca de sus gustos y costumbres, manías, virtudes, en fin, todas las características que definen al individuo.
En el caso de Sarkozy se dice que Reza no le perdió pisada a lo largo de todo un año de la campaña presidencial, tiempo en el cual nutrió sus observaciones. Una posibilidad difícil de suponer en el caso de Kirchner, no porque la tarea sea improbable desde el punto de vista fáctico, sino mejor porque dudosamente K. se prestaría a abrir su intimidad cotidiana a un extraño. No consta, pero su indudable tono autoritario supone una imposibilidad.
De Carlos Menem se llegó a conocer hasta los nombres de algunas supuestas amantes y algunas de sus predilecciones fueron ostensibles. No se le ocurrió a nadie al parecer, pero coloco una ficha a que de haber surgido la oportunidad, hubiera permitido escudriñar en sus asuntos más íntimos.
Lo único que permite atisbar en la trastienda del presidente son sus decisiones, su forma de comunicarse a través de los discursos y alguna que otra característica de su lenguaje gestual.
¿Es cariñoso o distante? ¿Come algo más que cordero patagónico? ¿Se contraría con facilidad? ¿Es alegre o circunspecto? ¿Es igualmente autoritario, por ejemplo con sus hijos, tal como se lo conoce en la arena política?
De la misma forma que se categoriza a cualquier hijo de vecino, intentémoslo aquí.
Para empezar hay que decir que Kirchner traduce de manera inequívoca que no es un individuo de hábitos sofisticados. Esto lo aleja del buen vestir –como es fácilmente apreciable-, del gusto refinado en comidas y bebidas y los placeres mundanos en general. La imagen más cercana que pugna por corporizarse es la del individuo capaz de descargar un chorro de soda sobre un Felipe Ruttini. Su forma peculiar de hablar, a borbotones, que a menudo le generan equívocos en la pronunciación de las palabras, revelarían que sus hábitos de conducta en la mesa no son precisamente de los que aprobaría la simpática Eugenia Chicoff.
Pero ¿cómo se dirige a los demás? Si nos atenemos a lo que revelan los discursos, podemos suponer que su trato con el resto de las personas es despectivo y desconsiderado, solamente tolerable entre pares. Podrá decirse que es una pose política, pero si bien se piensa, resulta muy difícil sostener de manera permanente esas actitudes si no se cuenta con un talante que lo respalde. Si no fuera así, en algún momento asomaría el individuo tolerante, proclive al diálogo.
Se sabe del presidente que hasta que asumió nunca había viajado al exterior. No por falta de recursos, seguramente. Los viajes actuales que realiza –numerosos- son breves y por razones de orden institucional. No de placer. De manera que Kirchner nunca se lo ha permitido. Dejando de lado las experiencias enriquecedoras que se ha perdido, los viajes implican riesgos personales que tal vez resultan inaceptables para su perfil psicológico. El viajero está por su cuenta, en lugares extraños que lo intimidan o pueden hacerlo, en un proceso de permanente adaptación. Esta condición le impide a mucha gente ir más allá de lo conocido, algunos pocos sitios que frecuenta una y otra vez.
Esa restricción a salir del país le debe haber generado confrontaciones maritales. Porque a Cristina sí evidentemente le gusta, aunque disfruta sus travesías al mejor estilo del “déme dos” de los setenta. Nada de museos, monumentos, iglesias, cultura –en fin-, sino puro “shopping”.
Está claro que Kirchner no es un individuo mundano, lo que puede deberse a su origen provinciano del sur, donde domina el aislamiento. Incluso se ha construido una casa de descanso en El Calafate, un sitio probablemente inigualable para estar algunos días…Pero incansablemente ir una y otra vez?. Y hasta que la situación política se le expresó de manera adversa en Santa Cruz, solía alternar sus días de descanso en el culis mundis.
Por algunas actitudes oficiales que ha tenido es evidente que a Kirchner no le importa la descortesía, una condición tan mala en la vida pública como en la privada. De esa forma puede suponerse que en reuniones familiares o con amigos disparará barbaridades a boca de jarro. Esto suele ser confundido con la frontalidad. Y ante la duda sobre su conducta dirá…”yo soy así y al que no le guste…”.
Sus problemas de salud revelan, por otra parte, a un personaje tenso, irascible, impulsivo, pero al que la explosión no le alcanza para evitar las somatizaciones. Probablemente haya padecido una fuerte desvalorización en su infancia y juventud –no es necesario explayarse sobre la obviedad de que debe haber sido blanco de las cargadas-, lo que ha derivado en su rechazo a la crítica. Porque lo que peor tolera el presidente es, en efecto, que le opongan resistencia a sus opiniones o decisiones. Como buen neurótico, entonces, también rehuye los ámbitos donde pueden producirse situaciones de esa naturaleza. No da conferencias de prensa y tampoco lleva a cabo reuniones con sus ministros. Esa distancia lo exime de confrontar.
Pero lo peor que nos pasa con el presidente no es el desconocimiento acerca de cómo será en su vida personal, sino la completa ignorancia acerca de cuál es su visión sobre el universo de problemáticas que afectan a las sociedades. Su postura es la de un administrador de recursos económicos, de gestor de factores de poder aplicando premios y castigos, pero nos ha mantenido al margen de sus pensamientos esenciales, si es que los tiene.
Mr.K ha logrado mantener a rajatabla un bajo perfil acerca de sus gustos y costumbres, manías, virtudes, en fin, todas las características que definen al individuo.
En el caso de Sarkozy se dice que Reza no le perdió pisada a lo largo de todo un año de la campaña presidencial, tiempo en el cual nutrió sus observaciones. Una posibilidad difícil de suponer en el caso de Kirchner, no porque la tarea sea improbable desde el punto de vista fáctico, sino mejor porque dudosamente K. se prestaría a abrir su intimidad cotidiana a un extraño. No consta, pero su indudable tono autoritario supone una imposibilidad.
De Carlos Menem se llegó a conocer hasta los nombres de algunas supuestas amantes y algunas de sus predilecciones fueron ostensibles. No se le ocurrió a nadie al parecer, pero coloco una ficha a que de haber surgido la oportunidad, hubiera permitido escudriñar en sus asuntos más íntimos.
Lo único que permite atisbar en la trastienda del presidente son sus decisiones, su forma de comunicarse a través de los discursos y alguna que otra característica de su lenguaje gestual.
¿Es cariñoso o distante? ¿Come algo más que cordero patagónico? ¿Se contraría con facilidad? ¿Es alegre o circunspecto? ¿Es igualmente autoritario, por ejemplo con sus hijos, tal como se lo conoce en la arena política?
De la misma forma que se categoriza a cualquier hijo de vecino, intentémoslo aquí.
Para empezar hay que decir que Kirchner traduce de manera inequívoca que no es un individuo de hábitos sofisticados. Esto lo aleja del buen vestir –como es fácilmente apreciable-, del gusto refinado en comidas y bebidas y los placeres mundanos en general. La imagen más cercana que pugna por corporizarse es la del individuo capaz de descargar un chorro de soda sobre un Felipe Ruttini. Su forma peculiar de hablar, a borbotones, que a menudo le generan equívocos en la pronunciación de las palabras, revelarían que sus hábitos de conducta en la mesa no son precisamente de los que aprobaría la simpática Eugenia Chicoff.
Pero ¿cómo se dirige a los demás? Si nos atenemos a lo que revelan los discursos, podemos suponer que su trato con el resto de las personas es despectivo y desconsiderado, solamente tolerable entre pares. Podrá decirse que es una pose política, pero si bien se piensa, resulta muy difícil sostener de manera permanente esas actitudes si no se cuenta con un talante que lo respalde. Si no fuera así, en algún momento asomaría el individuo tolerante, proclive al diálogo.
Se sabe del presidente que hasta que asumió nunca había viajado al exterior. No por falta de recursos, seguramente. Los viajes actuales que realiza –numerosos- son breves y por razones de orden institucional. No de placer. De manera que Kirchner nunca se lo ha permitido. Dejando de lado las experiencias enriquecedoras que se ha perdido, los viajes implican riesgos personales que tal vez resultan inaceptables para su perfil psicológico. El viajero está por su cuenta, en lugares extraños que lo intimidan o pueden hacerlo, en un proceso de permanente adaptación. Esta condición le impide a mucha gente ir más allá de lo conocido, algunos pocos sitios que frecuenta una y otra vez.
Esa restricción a salir del país le debe haber generado confrontaciones maritales. Porque a Cristina sí evidentemente le gusta, aunque disfruta sus travesías al mejor estilo del “déme dos” de los setenta. Nada de museos, monumentos, iglesias, cultura –en fin-, sino puro “shopping”.
Está claro que Kirchner no es un individuo mundano, lo que puede deberse a su origen provinciano del sur, donde domina el aislamiento. Incluso se ha construido una casa de descanso en El Calafate, un sitio probablemente inigualable para estar algunos días…Pero incansablemente ir una y otra vez?. Y hasta que la situación política se le expresó de manera adversa en Santa Cruz, solía alternar sus días de descanso en el culis mundis.
Por algunas actitudes oficiales que ha tenido es evidente que a Kirchner no le importa la descortesía, una condición tan mala en la vida pública como en la privada. De esa forma puede suponerse que en reuniones familiares o con amigos disparará barbaridades a boca de jarro. Esto suele ser confundido con la frontalidad. Y ante la duda sobre su conducta dirá…”yo soy así y al que no le guste…”.
Sus problemas de salud revelan, por otra parte, a un personaje tenso, irascible, impulsivo, pero al que la explosión no le alcanza para evitar las somatizaciones. Probablemente haya padecido una fuerte desvalorización en su infancia y juventud –no es necesario explayarse sobre la obviedad de que debe haber sido blanco de las cargadas-, lo que ha derivado en su rechazo a la crítica. Porque lo que peor tolera el presidente es, en efecto, que le opongan resistencia a sus opiniones o decisiones. Como buen neurótico, entonces, también rehuye los ámbitos donde pueden producirse situaciones de esa naturaleza. No da conferencias de prensa y tampoco lleva a cabo reuniones con sus ministros. Esa distancia lo exime de confrontar.
Pero lo peor que nos pasa con el presidente no es el desconocimiento acerca de cómo será en su vida personal, sino la completa ignorancia acerca de cuál es su visión sobre el universo de problemáticas que afectan a las sociedades. Su postura es la de un administrador de recursos económicos, de gestor de factores de poder aplicando premios y castigos, pero nos ha mantenido al margen de sus pensamientos esenciales, si es que los tiene.
viernes, agosto 24, 2007
Una muestra lamentable del periodismo
En estos días, a una semana de producido el terrible terremoto que afectó a varias ciudades de Perú – un canal de TV de Buenos Aires envió a un periodista a cubrir los eventos. Desde el comienzo de la transmisión se pudo ver que el enviado en cuestión – con responsabilidad de sus editores, claro está- consideraba trascendentes las “peripecias” e incomodidades que debió soportar en su periplo. Así, filmó episodios de su viaje en un avión Hércules que transportaba insumos para los afectados por el sismo y cómo debía descansar sobre fardos de mercaderías. También cómo, en lugar de hospedarse en un hotel debieron armar carpas en el propio espacio abierto del aeropuerto de Lima –había algunos movimientos- hasta que llegara a la mañana. Lo siguió el terrible inconveniente de no poder enjuagarse los dientes tras el cepillado y la cámara mostró hasta el momento previo en que se dirigía a orinar tras un edificio. Por suerte no prosiguió la filmación.
Tras ese tramo lamentable de información, por fin el enviado llegó hasta Pisco, donde no pareciéndole suficiente el aspecto devastado de la ciudad, quiso proporcionarle mayor dramatismo a los hechos. Y como observaba que los damnificados (por cientos) esperaban pacientemente que les entregaran diversos artículos, pasó a la acción. Entrevistó a una joven mujer que calmadamente explicó algunas de sus necesidades. Claramente el periodista espoleaba las respuestas y en un momento, raudo, se dirigió hacia la camioneta que lo transportaba y reapareció con varias botellas de agua. Como era de esperar, la gente se arremolinó en su torno. Magnífica imagen de desesperación que hasta ese momento no se producía espontáneamente.
Es probable que los editores lo hayan felicitado, por ese acto de astucia más impactante acaso para los televidentes, que con seguridad pasó desapercibido para las miradas no avezadas de los no periodistas. Lo habrán quizás observado como un acto de compasión. Pero qué solución podía aportar a cientos de perjudicados con tres o cuatro botellas de agua.
Alguien podrá pensar que ese acto de compasión fue reflejo y el periodista no merece la crítica. Sin embargo no es así.
En el primer caso se trata de una distorsión deliberada del clima imperante en ese momento para producir un efecto determinado. Y en el segundo, el periodista no mostró profesionalidad y no mantuvo distancia con los hechos que, dicho sea de paso, no estaba en condiciones de resolver por sí mismo. Su función era informativa y no le correspondía interferir para convertirse en periodista – socorrista.
Este hecho es una muestra de los desvíos que produce reiteradamente la producción de noticias en la TV (hay que reconocer que no en todos los casos), que no se ata a ningún código de ética profesional en su intento de impactar a la audiencia.
Lo más lamentable es que estas prácticas van erosionando la credibilidad de la profesión y la sociedad las extrapola a todos los ámbitos de la producción de noticias.
Tras ese tramo lamentable de información, por fin el enviado llegó hasta Pisco, donde no pareciéndole suficiente el aspecto devastado de la ciudad, quiso proporcionarle mayor dramatismo a los hechos. Y como observaba que los damnificados (por cientos) esperaban pacientemente que les entregaran diversos artículos, pasó a la acción. Entrevistó a una joven mujer que calmadamente explicó algunas de sus necesidades. Claramente el periodista espoleaba las respuestas y en un momento, raudo, se dirigió hacia la camioneta que lo transportaba y reapareció con varias botellas de agua. Como era de esperar, la gente se arremolinó en su torno. Magnífica imagen de desesperación que hasta ese momento no se producía espontáneamente.
Es probable que los editores lo hayan felicitado, por ese acto de astucia más impactante acaso para los televidentes, que con seguridad pasó desapercibido para las miradas no avezadas de los no periodistas. Lo habrán quizás observado como un acto de compasión. Pero qué solución podía aportar a cientos de perjudicados con tres o cuatro botellas de agua.
Alguien podrá pensar que ese acto de compasión fue reflejo y el periodista no merece la crítica. Sin embargo no es así.
En el primer caso se trata de una distorsión deliberada del clima imperante en ese momento para producir un efecto determinado. Y en el segundo, el periodista no mostró profesionalidad y no mantuvo distancia con los hechos que, dicho sea de paso, no estaba en condiciones de resolver por sí mismo. Su función era informativa y no le correspondía interferir para convertirse en periodista – socorrista.
Este hecho es una muestra de los desvíos que produce reiteradamente la producción de noticias en la TV (hay que reconocer que no en todos los casos), que no se ata a ningún código de ética profesional en su intento de impactar a la audiencia.
Lo más lamentable es que estas prácticas van erosionando la credibilidad de la profesión y la sociedad las extrapola a todos los ámbitos de la producción de noticias.
miércoles, agosto 22, 2007
La biblioteca improbable
Hice un cálculo aproximado. Digamos veinte por día. Seiscientos al mes. Siete mil doscientos al año. Y eso sólo en esta comunidad. Y hay probablemente cientos de espacios equivalentes, donde cada quien puede construir su propia página. Lo he leído en las noticias: los blogs suman millones y siguen creciendo.
Un tsunami de ideas y vivencias. Todo junto, casi enloquecedor, una biblioteca improbable, inasible. No hay esfuerzo posible que pueda abarcarlo.
En unos pocos minutos el texto es empujado al olvido por otros incontables que buscan su lugar efímero en una página que no da treguas.
Las bibliotecas físicas tienen límites. Las públicas y las personales. Pero la “blogosfera” carece de ellos. Y cuando se aproximan, mentes dedicadas encuentran el modo de extenderlos. Tal vez por esa cualidad el vocablo se asimile al de estratosfera.
Hace poco pensé que “postear” un blog equivalía a enviar un mensaje en una botella arrojada al mar, con la esperanza de que alguien lo halle. Es necesario perfeccionar la idea. Porque el de los blogs es un universo de individuos todos tirando botellas y a la vez cada uno recogiendo las de los otros. Y desechando. Incluso las que se desearían atisbar.
Entonces no hay más remedio que elegir las botellas, restringirlas, establecer una conexión más estrecha, para que formar parte de este espacio cibernético no termine siendo una mera cuestión de vanidad personal. Como sospecho que es.
Post de http://lacomunidad.elpais.com/muy-al-sur
Un tsunami de ideas y vivencias. Todo junto, casi enloquecedor, una biblioteca improbable, inasible. No hay esfuerzo posible que pueda abarcarlo.
En unos pocos minutos el texto es empujado al olvido por otros incontables que buscan su lugar efímero en una página que no da treguas.
Las bibliotecas físicas tienen límites. Las públicas y las personales. Pero la “blogosfera” carece de ellos. Y cuando se aproximan, mentes dedicadas encuentran el modo de extenderlos. Tal vez por esa cualidad el vocablo se asimile al de estratosfera.
Hace poco pensé que “postear” un blog equivalía a enviar un mensaje en una botella arrojada al mar, con la esperanza de que alguien lo halle. Es necesario perfeccionar la idea. Porque el de los blogs es un universo de individuos todos tirando botellas y a la vez cada uno recogiendo las de los otros. Y desechando. Incluso las que se desearían atisbar.
Entonces no hay más remedio que elegir las botellas, restringirlas, establecer una conexión más estrecha, para que formar parte de este espacio cibernético no termine siendo una mera cuestión de vanidad personal. Como sospecho que es.
Post de http://lacomunidad.elpais.com/muy-al-sur
domingo, agosto 19, 2007
Las casas gemelas
¡Esa era la casa, la de la izquierda. Ahí estuvimos! -dijo- señalando un par de viviendas idénticas, pegadas. Tuve la intención de bajar, pero tres perros voluminosos rodeaban el auto amenazantes, así que desistí.
Apenas unos minutos antes veníamos por la Bustillo desde el Hotel Catedral hacia el centro y repentinamente ordenó…!doblá acá!.
-¿Para qué?, pregunté.
-Doblá, ahora vas a ver.
Un tiempo antes me había confesado su antigua militancia en Montoneros. Por cierto, para entonces se veía claramente que había mudado sus posiciones políticas, desengañada por las actitudes de la conducción de la organización armada, según afirmaba. La revelación había tardado en llegar. Creo que temió el rechazo.
Entre sus confesiones, relató algunas de las particularidades de la organización de las bases, los recaudos que tomaban, detalles de la instrucción militar y la desazón que le produjo la célebre expulsión de Plaza de Mayo de la “juventud maravillosa devenida imberbes”, por parte del general Perón. Había estado en la columna que se retiró por Diagonal Norte.
También contó que en su época militante circulaba armada de manera permanente y se casó con otro compañero que transitaba los mismos senderos.
Una de las misiones que le encomendaron, como parte de un grupo, fue el trasplante de una célula a Bariloche. Creo recordar que se trataba de una decena de personas que –según contaba- se instalaron en la ciudad. No sé el año exacto, pero por otras referencias probablemente haya sido 1976.
La historia quedó dormida entre nosotros hasta 1989, cuando visitamos Bariloche durante una semana por motivos turísticos. No pudo evitar reencontrarse con el sitio desde donde conspiraba.
La casa gemela –de las dos, la que orientaba al oeste- estaba en la calle Tronador en el barrio Melipal. Había permanecido allí durante ochos meses.
Por toda precisión vio el tanque de agua de fibrocemento y recordó que se congelaban las cañerías con el frío.
Estuvo pensativa un rato.
-“Yo me salvé porque estaba por dar a luz y con mi marido nos volvimos a Buenos Aires”.-
-¿Y los demás? Los mataron a todos a los pocos días.
Con los años y en distintas condiciones personales, arribé para instalarme en la ciudad. Hasta que una mañana, por curiosidad, escarbando entre los vestigios de la memoria me llegué hasta donde creía que estaban las casas gemelas. Recorrí muchísimo durante un largo rato, pero no logré encontrarlas. Supuse que habrían sido reformadas. Nada, ni por asomo, se parecía. Casi un misterio, como la suerte de aquel grupo, del que parece no haber quedado registro.
!Quién sabe! Acaso no fue más que una exageración.
Apenas unos minutos antes veníamos por la Bustillo desde el Hotel Catedral hacia el centro y repentinamente ordenó…!doblá acá!.
-¿Para qué?, pregunté.
-Doblá, ahora vas a ver.
Un tiempo antes me había confesado su antigua militancia en Montoneros. Por cierto, para entonces se veía claramente que había mudado sus posiciones políticas, desengañada por las actitudes de la conducción de la organización armada, según afirmaba. La revelación había tardado en llegar. Creo que temió el rechazo.
Entre sus confesiones, relató algunas de las particularidades de la organización de las bases, los recaudos que tomaban, detalles de la instrucción militar y la desazón que le produjo la célebre expulsión de Plaza de Mayo de la “juventud maravillosa devenida imberbes”, por parte del general Perón. Había estado en la columna que se retiró por Diagonal Norte.
También contó que en su época militante circulaba armada de manera permanente y se casó con otro compañero que transitaba los mismos senderos.
Una de las misiones que le encomendaron, como parte de un grupo, fue el trasplante de una célula a Bariloche. Creo recordar que se trataba de una decena de personas que –según contaba- se instalaron en la ciudad. No sé el año exacto, pero por otras referencias probablemente haya sido 1976.
La historia quedó dormida entre nosotros hasta 1989, cuando visitamos Bariloche durante una semana por motivos turísticos. No pudo evitar reencontrarse con el sitio desde donde conspiraba.
La casa gemela –de las dos, la que orientaba al oeste- estaba en la calle Tronador en el barrio Melipal. Había permanecido allí durante ochos meses.
Por toda precisión vio el tanque de agua de fibrocemento y recordó que se congelaban las cañerías con el frío.
Estuvo pensativa un rato.
-“Yo me salvé porque estaba por dar a luz y con mi marido nos volvimos a Buenos Aires”.-
-¿Y los demás? Los mataron a todos a los pocos días.
Con los años y en distintas condiciones personales, arribé para instalarme en la ciudad. Hasta que una mañana, por curiosidad, escarbando entre los vestigios de la memoria me llegué hasta donde creía que estaban las casas gemelas. Recorrí muchísimo durante un largo rato, pero no logré encontrarlas. Supuse que habrían sido reformadas. Nada, ni por asomo, se parecía. Casi un misterio, como la suerte de aquel grupo, del que parece no haber quedado registro.
!Quién sabe! Acaso no fue más que una exageración.
Para temer
Se puede intuir que la revolución bolivariana no va a terminar bien. Chávez ha logrado en muy corto tiempo reunir todas las características que la historia ha reconocido en los peores regímenes tiránicos, que más temprano o más tarde derivan hacia la catástrofe.
El cultivo fecundo del odio, la división, el execrable militarismo, el recorte de las libertades, apenas puede intuirse en la repercusión noticiosa mundial. Ahí se encontrarán las primeras señales. Pero adquiere su máximo despliegue en las propias informaciones que provee el régimen.
Sobrecoge observar la situación venezolana y es difícil imaginar la dureza del día a día de quienes se oponen a Chávez.
Para una aproximación fiel basta convocar a la web del gobierno venezolano: (http://www.gobiernoenlinea.ve/misc-view/index.pag) y desde ahí sumergirse en la noticias que difunde, por ejemplo, ABN, la Agencia Bolivariana de Noticias, cuya denominación es suficiente para vislumbrar el contenido. O visitar el ban de Aló-Presidente, donde se reproducen con pulcritud los interminables y aborrecibles monólogos presidenciales, que hasta ahora ya suman 290, contando el emitido hoy mismo, donde Chávez abandonó por un rato su protagonismo excluyente, para cederlo a Diego Maradona, que con limitada verba y aún más estrecha capacidad de reflexión, lo cubrió de elogios, al igual que a Fidel Castro.
Pero esa presencia “colorida” en el programa no logró ocultar aspectos estremecedores vertidos por Chávez, que altisonante anunció la compra de 5.000 fusiles rusos para francotiradores que explícitamente tendrán por objetivo una lucha de guerrillas ante una eventual invasión norteamericana (?); o la convocatoria al debate popular de la reforma constitucional que propone la reelección indefinida y la creación de milicias populares (milicia popular bolivariana) como quinto componente de las fuerzas armadas. Y acaso peor: la apelación al fortalecimiento del eje estratégico Caracas-Buenos Aires, después de recordar “la profundidad de la relación que tenemos con Cristina y con Néstor”.
Aquí también debemos preocuparnos.
viernes, agosto 17, 2007
El escolazo
Para quienes no están familiarizados con el tema: Bariloche tiene hace años un Casino, con tres sedes. Una en el centro, lujosa y desde hace un año con nuevas y más modernas instalaciones. Otra en un shopping (el único de la ciudad), lindante casi con los barrios donde habita gente carenciada. Y la tercera en el Cerro Catedral.
El casino no tiene limitaciones de horario y tampoco restricciones. En 2006 se desató una fuerte polémica porque el Juzgado de Familia local detectó que gran parte de los problemas de violencia doméstica que trataba provenían de la afición al juego en el seno de familias de bajos ingresos. De hecho todos saben que la sede B (vamos a denominarla) está a toda hora del día poblada por gente que recibe planes sociales de diversa naturaleza y dejan en las tragamonedas sus magros recursos.
Esa realidad empujó una iniciativa para limitar el horario de apertura. Los empleados del Casino se movilizaron –nadie duda que apañados por la empresa- en defensa de la fuente de trabajo. Y esa presión puso freno a los cambios. En estos días vuelve a discutirse, pero las limitaciones a las que se aspira, son ahora menos ambiciosas,
El Casino fue instalado con la excusa de ofrecer un atractivo adicional a los turistas, pero en la práctica terminaron siendo los propios habitantes de la ciudad los principales visitantes. La empresa deslizó hacerse cargo de la asistencia psicológica a clientes afectados por la ludopatía o limitar el ingreso de ludópatas reconocibles. Algo así como que los quiosqueros se comprometieran a pagar los tratamientos a los fumadores, para que abandonen la adicción.
La esencia del debate es en realidad cuáles deben ser considerados bienes superiores en una sociedad. En este caso, si las plantillas laborales del Casino o la protección de la salud de los ciudadanos y las consecuencias adversas sobre las relaciones, por ejemplo, familiares. La elección parece sencilla. Sin embargo, el empleo de unos pocos (porque no son más que eso), esgrimido como justificación por los intereses económicos de los propietarios del juego en la provincia, limaron la posibilidad de poner límites a la actividad, restaurando el objetivo original de restringirlo exclusivamente a los turistas. Prohibir, está prohibido, aun cuando el propósito sea noble.
En 1863 el príncipe Carlos III de Mónaco, autorizó la creación de lo que es el Casino más emblemático por tradición: Montecarlo. Pero hubo una condición: que no estuviera permitida la entrada a los monegascos. Es sin duda, ésta, una historia antigua.
Mientras se sigue discutiendo qué pasara en Bariloche con la adicción de los pobres, que alientan la utópica ilusión de aumentar sus ingresos frente a una máquina tragamonedas, contentémonos con la estúpida consigna: Jugar puede ser perjudicial para la salud.
Continuará.
jueves, agosto 16, 2007
Una metáfora K
A Menem nadie lo votaba. A Bailando por un sueño N (ene) nadie lo ve. Pero Carlos arrasaba en las elecciones y Bailando… suma ratings imbatibles. Aquí no hay espacio para la hipocresía. Este periodista ve –aunque sin regularidad- “Bailando” y también algunos programas de chismes farandulescos que dan cuenta de lo que sucede en el programa de Tinelli.
Ya lo sé. Tales programas conjugan una ocupación de baja calidad para el tiempo personal. Pero dado el éxito que exhiben, hay que rendirse ante la evidencia de que son fenómenos a los que se debe prestar alguna atención.
Desde el punto de vista de la calidad artística las conclusiones caen por su peso. Bailando reúne todos los aspectos detestables del entretenimiento: porque el verdadero show es vulgar, grosero, chabacano, alienta los perfiles más indeseables de las figuras del espectáculo, y los sueños son sólo una pobre excusa para sostener la fantochada.
Pero hay también otras cuestiones sugestivas. Una, la mecánica económica del programa, que corre el velo sobre la curiosa conducta que asume una parte de la sociedad, dispuesta a “gastar” en teléfono para alimentar las jugosas ganancias del dueño, el jurado y los participantes “famosos”, pero que difícilmente y de manera tan masiva estaría dispuesta a colaborar monetariamente con las obras que se proponen.
Hay otro asunto acerca del que -hasta donde puedo ver-, nadie ha reparado. Porque una de las características sobre la que se entabla la mayoría de las polémicas es el comportamiento a menudo injusto del jurado, emisor de notas que inevitablemente reflejan el amiguismo, la adulación, la sumisión y los enconos personales, entre otras delicias de la “antivirtud”. También se cambian a menudo los parámetros bajo los cuales se rige el show, a voluntad del jurado o el conductor, por lo que nada es completamente cierto. Se engaña sin pudor a la pobre gente que vota telefónicamente y al fin, el que gana tal vez no sea el mejor en su performance, sino tan sólo el que mejor se vendió.
¿Suena? El Bailando por un sueño de Tinelli es una metáfora genérica de la Argentina. Pero es una metáfora perfecta del Kirchnerismo, donde las reglas son firmes en tanto le vengan bien al humor presidencial, pero pueden ser alteradas de improviso, con o sin la complicidad de la justicia, y sin el más mínimo asomo de vergüenza, para perjudicar o beneficiar a tal o cual. Como en Bailando, también prevalecen la adulación, la sumisión, los enconos y hasta hay “una esposa” halagada por el coro de adoradores.
Por supuesto, Tinelli y Kirchner no exteriorizan de igual manera; sus ámbitos son distintos. Aunque comparten cierta cualidad de “grasitud”.
miércoles, agosto 15, 2007
Las fuerzas ocultas de los libros
Uno de los latiguillos de estos tiempos es que la gente no lee como antes. En cantidad, se entiende. Pero si se trata de libros, pareciera no ser así. El escritor Marcelo Birmajer me decía hace poco que el fulgurante éxito de la saga de Harry Potter tira por el suelo aquella suposición. Agreguemos que el próspero negocio editorial en estos tiempos también. Y que las librerías están por estos días entre los comercios más activos.
Como lector ávido de los más variados soportes de la escritura, declaro aquí que los libros, según lo veo, expulsan a los lectores. No los autores, no los contenidos. Los libros, como estructura, como elementos con hojas y tapas, llenos de letras.
Por alguna razón que no alcanzo a entender por completo, las encuadernaciones actuales son rebeldes a la manipulación. Al menor descuido del lector, los libros se cierran como si estuvieran dotados de resortes. Por momentos ni siquiera forzando la apertura se logra vencer la resistencia. A veces es tal que son difíciles de sostener con una sola mano, como debiera ser. Los extremos se buscan de manera inevitable.
Esa característica de los libros que se editan ahora genera innumerables complicaciones. Por lo pronto distraen de la lectura, porque el lector en lugar de concentrarse en la comprensión o abandonarse al disfrute de los textos, debe lidiar con la física de la encuadernación.
Qué decir si se aspira a colocar el libro a un costado del desayuno (puede ser también la merienda). La lectura será imposible. El libro insistirá en mantenerse cerrado. Reconozco aquí la impostura de haber calificado como “libro de mierda” a excelentes obras de impecables autores.
Tampoco será posible colocar un libro a un lado en la mesa de trabajo, mientras se intenta copiar una cita o una referencia. Imposible. Las fuerzas ocultas en el libro lo impedirán. Será necesario sostenerlo con la mano inhábil, mientras la otra realiza la tarea; que es mucho más complicada cuando se debe teclear frente a una PC.
Hay que disponer en esos casos de algún recurso. Por mi parte empleo un sostenedor de hojas con resorte, de buen tamaño, que coloco en la parte superior del libro, de manera que toma ambos lados, el par y el impar. Pero ha sucedido que aquellas fuerzas suelen ser tan poderosas que vencen la sujeción y disparan el sostenedor, convirtiendo a la lectura en una práctica peligrosa. El libro vuelve a cerrarse.
A pesar de estas comprobaciones empíricas, abordé el trabajo de revisar en la biblioteca si las viejas ediciones ofrecían también tales escollos a la lectura. Y hallé que las de tapa dura resultaron más dóciles, amigables.
Pero esa clase de encuadernación parece en desuso, probablemente por cuestiones de costos.
Los libros inspiran respeto por sí mismos, al contrario de los textos de los diarios o de la red. Trasuntan cierta cualidad solemne, que hace que quienes amamos la lectura queramos conservarlos. Por esas cosas, es que descubro vestigios de culpa cada vez que la emprendo a los golpes con el lado interior del lomo, en el intento por abatir los bríos de las hojas por mantenerse unidas, lejos de mi curiosidad.
martes, agosto 14, 2007
Vocación “chabanesca”
¿Quién quiere ser Omar Chabán?. Está en cana hace más dos años, cuando haya juicio no lo salva ni Dios y si tuviera “la suerte” de salir libre, es probable que no vivirá para disfrutarlo, no al menos en este país. A Chabán tampoco nadie le va a sacar la cruz por los casi 200 muertos de Cromañón.
Otra vez ¿quién quiere ser Omar Chabán?. Nadie en su sano juicio. Excepto al parecer algunos enormes idiotas que viven en Bariloche y administran el llamado Gimnasio de Bomberos donde se realiza todo tipo de espectáculos, deportivos y artísticos, pero que no tiene condiciones de seguridad suficientes. Pero no cualquier condición. El Pedro Estremador –tal su nombre- es una ratonera, una trampa mortal en caso de alguna emergencia.
Tras Cromañón y la ola de refacciones que se propagó en todos lados, también el Gimnasio bomberil debió adaptarse. Se comprometieron las obras, pero pasó el tiempo y no fueron culminadas. Sigue siendo tan inseguro.
Hace poco hubo una inspección y salió mal. El Gimnasio fue clausurado para espectáculos comerciales (suelen ser multitudinarios) y se aplicó una multa. Los administradores con vocación “chabanesca” pusieron el grito en el cielo y movilizaron a los funcionarios de la intendencia para hallar una solución. “No tenemos plata” clamaron y fueron autorizados para –con suficientes prevenciones- realizar una presentación de Maximiliano Guerra que ya estaba comprometida.
Pero decidieron ignorar la clausura vigente (y el buen juicio) y se cortaron solos con un espectáculo de box y una bailanta. Muchísima gente.
Hoy enfrentan la clausura definitiva por esa avivada y amenazan con un piquete de autobombas en pleno Centro Cívico. El argumento: del alquiler del espacio se financian los bomberos voluntarios. No hay gimnasio…no hay bomberos.
Los funcionarios municipales, con buen tino, no quieren correr el riesgo de que se repita la historia. Detestarían convertirse en los “aníbales” de la Patagonia.
Mientras tanto, los chabanescos ni siquiera reparan en la contradicción de que ellos más que cualquiera deberían desvivirse por la prevención.
Alguien pensará…no debe ser barato hacer las reformas. La cifra que ellos mismos dan es de apenas 25.000 pesos. Probablemente lo que embolsan en una sola función.
Otra vez ¿quién quiere ser Omar Chabán?. Nadie en su sano juicio. Excepto al parecer algunos enormes idiotas que viven en Bariloche y administran el llamado Gimnasio de Bomberos donde se realiza todo tipo de espectáculos, deportivos y artísticos, pero que no tiene condiciones de seguridad suficientes. Pero no cualquier condición. El Pedro Estremador –tal su nombre- es una ratonera, una trampa mortal en caso de alguna emergencia.
Tras Cromañón y la ola de refacciones que se propagó en todos lados, también el Gimnasio bomberil debió adaptarse. Se comprometieron las obras, pero pasó el tiempo y no fueron culminadas. Sigue siendo tan inseguro.
Hace poco hubo una inspección y salió mal. El Gimnasio fue clausurado para espectáculos comerciales (suelen ser multitudinarios) y se aplicó una multa. Los administradores con vocación “chabanesca” pusieron el grito en el cielo y movilizaron a los funcionarios de la intendencia para hallar una solución. “No tenemos plata” clamaron y fueron autorizados para –con suficientes prevenciones- realizar una presentación de Maximiliano Guerra que ya estaba comprometida.
Pero decidieron ignorar la clausura vigente (y el buen juicio) y se cortaron solos con un espectáculo de box y una bailanta. Muchísima gente.
Hoy enfrentan la clausura definitiva por esa avivada y amenazan con un piquete de autobombas en pleno Centro Cívico. El argumento: del alquiler del espacio se financian los bomberos voluntarios. No hay gimnasio…no hay bomberos.
Los funcionarios municipales, con buen tino, no quieren correr el riesgo de que se repita la historia. Detestarían convertirse en los “aníbales” de la Patagonia.
Mientras tanto, los chabanescos ni siquiera reparan en la contradicción de que ellos más que cualquiera deberían desvivirse por la prevención.
Alguien pensará…no debe ser barato hacer las reformas. La cifra que ellos mismos dan es de apenas 25.000 pesos. Probablemente lo que embolsan en una sola función.
domingo, agosto 12, 2007
El Conjuro
El dato no apareció en las crónicas de su fallecimiento. Se destacaron su trayectoria y varios de sus logros periodísticos. Estuvo bien el recuerdo, porque Roberto Maidana además de un experimentado periodista fue un gran tipo. Pero lo que faltó decir fue que los periodistas de su tiempo lo sacrificaron en el altar de la estupidez, adjudicándole fama de “innombrable”, de “yeta”.
Mencionar su nombre en las Redacciones convocaba inmediatamente a poner los dedos de una mano en forma de cuernos y dirigirlos hacia los testículos. Nunca nadie me pudo explicar el porqué de esas precauciones. Venía desde antes de que yo arribara al periodismo y según creo trascendió la profesión. Cierta vez que debí viajar a Alemania para cubrir la reunión anual del Fondo Monetario Internacional - a la que Maidana concurría por otro medio -, me advirtieron de lo peligroso de su presencia, con la aclaración de que estuviera cerca de él, porque nunca le pasaba nada. Hasta ese nivel había llegado la gansada. Por supuesto nada me pasó, ni cerca ni lejos. Quien sabe, tal vez estaba sorprendido de que yo no tomara ninguna “precaución”. Roberto era un tipo encantador, amable, alegre y agudo, y tuve la suerte de compartir un recorrido por Berlín Oriental –antes de que cayera el muro-, e impresionarnos juntos por lo que ahí descubríamos.
Pienso que resulta imposible que no supiera de su injusta habida fama y trato de imaginar su pesar ante el evidente vacío de que fue objeto.
Hoy todos los medios dieron cuenta de su muerte y como conozco los entretelones de la profesión, no me cabe duda de que no habrán faltado estúpidos que ante su nombre volvieron a ejercitar el conjuro. Para ellos, otro: mi dedo medio en alto.
viernes, agosto 10, 2007
Bonavena
En mayo, si no interpreté mal una lectura a vuelo de pájaro entre la marea de información de las páginas web de los diarios, se cumplió un aniversario de la muerte de Ringo Bonavena en un prostíbulo de Nevada. Y también creo haber leído algo referido a su condición de ídolo. Lo de siempre, una visión exagerada por el tiempo, que tampoco es novedosa en el caso Bonavena.
Esa referencia me trajo a la memoria un episodio personal con el boxeador que me volvió a poner en perspectiva el personaje, al original, el de su tiempo y no el adornado por su ausencia y la trágica muerte.
Porque la verdad, es que Bonavena era un individuo bastante detestable, al menos para los estándares sociales dominantes en los 60, escasamente tolerantes con la falta de méritos. Fue por entonces menos cuestionable su calidad deportiva que la personal. Pero la primera no era tanta como para disculparle la segunda. Como es el caso de Maradona.
Fue boxeador, pero podría haber sido el guardaespaldas violento de un dirigente sindical, un “batata” o un barrabrava. Al igual que sus hermanos, que no adquirieron notoriedad por sí mismos, pero que compartían el comportamiento agresivo que en aquella época resultaba menos frecuente que en la actualidad. Hay que reconocerles cierta calidad de pioneros.
Bonavena y Cía. eran rechazados por eso y por el comportamiento ostentoso, que la sociología de bolsillo asocia a una repulsa por los orígenes humildes y la envidia del éxito.
Una tarde, en el bar de la esquina del barrio del nunca pasa nada -que frecuentábamos regularmente-, lo vi entrar a Bonavena. Era una imagen impensada para ese lugar y necesariamente convocaba a cierta incredulidad. Los que estábamos ahí apenas lo conocíamos de ver su imagen en las páginas deportivas de los diarios, o a veces en las transmisiones de TV de las peleas desde el Luna, en blanco y negro.
En el recuerdo me asalta la imagen de un forajido del lejano oeste entrando al “saloon”.
Su condición de peso pesado lo hacía imaginar un gigante. Sin embargo no lo era tanto en estatura, aunque sí en ancho. Era una mole maciza, trasuntaba fortaleza.
Por alguna razón quedé o estaba en su camino hacia el estaño; pero no tuve tiempo de apartarme. Con un leve movimiento una mano en el pecho casi me arrojó sobre una mesa. Detrás, otro doble ancho de mirada fiera –uno de sus hermanos- cuidaba innecesariamente sus espaldas.
No tengo registro de qué paso después, lo que sí es seguro que no hubiera sido sabia ninguna reacción. Pero ese solo gesto de desprecio de Bonavena, hacia alguien que seguramente desde los 17 años lo miraba con admiración, bastó para perfilar al individuo. La actitud de Ringo le dio significado a la prepotencia. Nunca más me reconcilié con el ídolo, pero lamenté con un gesto de nobleza la derrota frente a Cassius Clay que marcó el fin de su carrera. Porque debo admitir que no se fijaba en tamaños a la hora der malo.
Bonavena murió haciéndole honor a un viejo adagio: “Los guapos se terminaron cuando se inventó la pólvora”.
Claro que hay otra visión: la del ser entrañable, querible, que quedó en el corazón de los argentinos.
Verborragia
El parloteo irrefrenable del presidente Kirchner lo volvió a sumergir ayer en la contradicción. Tan evidente y a la vez tan oculto para los medios. Porque en un acto en Moreno, casi en simultáneo con la renuncia de Claudio Uberti por el sospechoso asunto de los 800 mil dólares, se despachó con eso de que “por primera vez se combate la corrupción”. No hizo mención al caso, pero no hacía falta. Todos supieron a qué se refería. Lo curioso que el ministro de Planificación Julio de Vido, jefe inmediato de Uberti, limitó la importancia del caso a un “error” del funcionario que fue sorprendido en su buena fe por dejar ascender al vuelo a un pasajero venezolano.
O sea: Para Kirchner, Uberti encaja en la corrupción y para de Vido, Uberti es un boludo. Hay una sola forma de hacer compatibles las dos declaraciones, formuladas casi en simultáneo. Uberti es un corrupto y además un boludo por dejarse sorprender siéndolo.
O sea: Para Kirchner, Uberti encaja en la corrupción y para de Vido, Uberti es un boludo. Hay una sola forma de hacer compatibles las dos declaraciones, formuladas casi en simultáneo. Uberti es un corrupto y además un boludo por dejarse sorprender siéndolo.
martes, agosto 07, 2007
Matrimonio...y algo más
En poco tiempo, desentrañar qué pasará después de las elecciones se va a convertir en un deporte nacional. Hay que recurrir a sesudos análisis políticos –como ya se está haciendo-, pero sin olvidar que el traspaso de la banda podría ser de marido a esposa. Y eso lo cambia todo, al menos bastante. Un poco en broma un poco en serio, acerquémonos a las posibilidades que se abren. Una conclusión un poco alarmante: 2008 va a ser un año muy complicado.
Como regla general, cada presidente en la Argentina echó mano al sencillo recurso de culpar a sus predecesores por los males de su gestión. Ya se puede intuir por dónde viene la idea. Porque a Néstor Kirchner, más allá de “bardear” a cualquiera que cuestione su gobierno, lo cierto es que le están explotando los problemas y su otrora fuerte imagen se desdibuja en las encuestas. Citemos: los hechos de corrupción ya inocultables; el enriquecimiento de sus funcionarios y el propio, que acaba de denunciar Perfil; la disparada inflacionaria que únicamente no registra el nuevo Inde-K (como lo denomina Marcos Aguinis en El Atroz encanto…2); los severos problemas energéticos; la caída de la inversión; la desaceleración del crecimiento; la creciente desconfianza internacional…y la alicaída performance de varias elecciones del FpV.
Si como están convencidos, Cristina F de K será elegida presidente, va a HEREDAR una cantidad de problemas, que no son de fácil resolución. Preguntémonos ¿a quién le va a echar la culpa? Si apela al expediente de hacerla recaer sobre el predecesor, para justificar un eventual sinceramiento de los desvíos actuales, es probable que desate la iracundia de su extraviado esposo. ¿Será tan macho NK para enfrentarla? Para todos los que la conocen CFdK es de temer. Y ya se saben las complicaciones de enfrentar a una mujer, sobre todo si se crispa tan fácilmente como parece el caso de C.
Si las cosas sucedieran de tal manera el matrimonio estaría en peligro. Lo que debe preocupar, no por la feliz intimidad de la pareja, sino porque podrían haber consecuencias políticas. Ya se sabe lo vengativos que son.
También podría suceder que, siguiendo la rutina de NK, C. insista en desvirtuar o falsificar la realidad y culpe de eventuales medidas correctivas a sectores, grupos o fantasmas de ocasión. Ya se sabe también que tiene habilidad en ese campo.
El otro escenario es que al menos algunos de los problemas actuales NK. los deje resueltos ante de que asuma C., si es que gana. Es una posibilidad. Por lo menos en la cuestión energética y la inflacionaria. Si fuera así, después de octubre y hasta el 10 de diciembre –en un mes y medio- debería empezar un proceso de saneamiento, para librarla a ella de tomar medidas impopulares en el comienzo de un eventual gobierno. Claro que NK. debería “comerse el garrón” de terminar mal su mandato, a lo que difícilmente esté dispuesto.
Hay una dudosa cuarta posibilidad. Que efectivamente ambos estén honestamente convencidos de que los problemas no existen, como lo exteriorizan en cada oportunidad en que les es posible y frente a sus adeptos. En tal situación los conflictos tenderán inevitablemente a profundizarse. Y el 2008 va a ser de terror.
Como se ve, pasarle el mandato a la esposa no está exento de serias dificultades. Y si algún curioso recala en estas elucubraciones ya puede empezar a apostar o descubrir alguna oculta derivación que no haya sido aquí contemplada.
Todo lo anterior si gana Cristina. ¿Pero y si pierde?. NK. aspirará seguramente a quedar en el bronce. Por lo tanto, quien siga deberá volver el país a la realidad. Eso también anticipa un 2008 difícil, con el agregado de que se deberá asistir a las previsibles conspiraciones de NK. ¿O alguien cree que se irá a descansar a Calafate?
Recomendado: Más seriamente tratado, Marcos Aguinis escribió sobre este tema en la Revista Noticias el 14 de julio pasado: Presidencia...¿un bien ganancial?
lunes, agosto 06, 2007
Una pausa
De vez en cuando vale la pena madrugar. Aunque en pleno invierno, aquí en Bariloche, este espectáculo puede verse a las 9 de la mañana, aún después. Casi todos los días, si uno vive en un lugar suficientemente alto. Nunca dejan de sorprender estos amaneceres, como tampoco lo hacen algunos atardeceres de colores imposibles, que difícilmente algún artista combinaría para reproducir la caída del sol.Para los que exigen detalles, la foto está tomada en dirección E-NE, (desde Bariloche hacia Dina Huapi) y el sol aparece sobre el cerro Leones.
sábado, agosto 04, 2007
La construcción de la noticia (*)
INTRODUCCION
La gente lee cada vez menos. Los especialistas en comunicación profetizan que en diez o quince años más habrá desaparecido la última generación de lectores. Las cifras de ventas de los diarios a duras penas logran sostenerse, o declinan. Algunos periódicos hasta se regalan para interesar al público.
Primero perdieron terreno frente a la televisión. La batalla comenzó en la pasada década de los ´80. La presión que ejerció la competencia de la imagen llevó a los diarios a una metamorfosis: textos más breves, presentación más dinámica, predominio de fotografías sobre los textos y , en la década del ´90, las páginas a color. La corriente se extendió por todo el mundo.
Después llegó Internet y el incontenible avance tecnológico. Los diarios tomaron nota de que no podían quedar al margen del progreso de las comunicaciones y se sumaron a la Red. Afrontaron un negocio dudoso que recién ahora, acaso, empieza a equilibrar las cuentas. Luego llegó la proliferación de los “blogs”, las páginas individuales y gratis de la Web. Y aunque por el momento no ejercen ninguna competencia, hay quienes auguran que en quince años serán las responsables de la mitad de las noticias. Dudoso pronóstico, teniendo en cuenta la baja calidad de esa producción, casi toda dedicada a banalidades. Pero la amenaza igual está ahí.
Hoy ya ni los propios grandes diarios parecen creer en el papel impreso. La realidad golpea con contundencia: pronto se dispondrá de un dispositivo electrónico similar a una pantalla que imitará al papel. Estará on line con los emisores de noticias y ya la bautizaron: le dicen tinta electrónica. La novedad está a la vuelta de la esquina. Algunos grandes diarios del mundo están avanzados en la implementación.
Los problemas no terminan ahí. El periodismo atraviesa una crisis de credibilidad. Es cuestionado desde todos los ángulos: el poder, los expertos en comunicación, los lectores y hasta por los propios periodistas. Se lo acusa de exagerado, sensacionalista, escandaloso, de distorsionar los hechos, de degradar del lenguaje, de bajo o ningún compromiso social, entre otras delicias.
¿Es todo?. No. El periodismo está arrinconado también por una crisis de identidad. Si bien algunas acusaciones pueden ser ciertas, no alcanzan a todo el periodismo por igual y más bien caracterizan a cierta franja que opera de manera estentórea en el circuito televisivo, o radial, donde la ética profesional parece definitivamente abatida.
La realidad es que, con defectos, los diarios siguen siendo la columna vertebral de la información seria y responsable y de mayor influencia en la opinión pública. La prueba palpable es que cuando arrecian los ataques a la prensa, el objetivo siempre son los diarios, porque hoy por hoy siguen siendo la caja de resonancia del resto de los medios.
El poder ha sometido –y lo hace- a veces a los medios, convirtiéndolos en instrumentos de sus objetivos. Pero no es así en todos los casos y hay quienes de manera alentadora siguen resistiendo las presiones e imaginando salidas. En los reductos más lúcidos del periodismo gráfico impera hoy una consigna: más capacitación, más investigación y más controles editoriales. Redondeando, mejor calidad informativa y más transparencia. Algunos llaman a esto un retorno a la ortodoxia, lo que traducido puede significar mayor énfasis en los valores tradicionales del periodismo: rigor y ética.
En ese contexto es donde se inscribe este trabajo -que supone la supervivencia de la profesión contra toda adversidad-, y que pretende llegar a dos destinatarios: el estudiante de periodismo y el lector de diarios.
Un manual del periodismo claramente no representa una novedad. Lo que sí tal vez lo sea es el enfoque -eminentemente práctico-, y la conjugación de todos los elementos esenciales de la labor, tal cual se presenta en la realidad. Por esa razón aborda apenas tangencialmente los aspectos teóricos referidos a la comunicación. Hay ya magníficos textos sobre esas cuestiones, de gente que raramente ha pisado una Redacción.
En cuanto al lector común, estoy esperanzado en que una lectura atenta de este libro le proporcionará la oportunidad de compenetrarse con la mecánica en el tratamiento de la información y los límites entre los que debe operar el periodista. Esa mayor comprensión lo escudará de las manipulaciones intencionadas o complacientes, porque tendrá a su alcance buena parte del pañol de herramientas que emplean los periodistas.
Conocer cómo se construye la información pone al desnudo su trasfondo. Las subjetividades, la intencionalidad, quedan al descubierto. Es una manera de acercarse a una suerte de verdad objetiva, aunque ésta nunca haya existido.
No está de más aclarar que este libro se refiere básicamente al periodismo gráfico. El periodismo de radio y televisión tiene en buena medida connotaciones diferentes y aunque se verifica -como ha explicado Pierre Bourdieu- una rotación circular de la información entre los distintos tipos de medios, hay motivos para sospechar que la gráfica les proporciona un sustento considerable.
Con el propósito de dotar al trabajo de alguna amenidad, las explicaciones prácticas están a menudo matizadas con referencias a la historia del periodismo, al ejercicio real de la profesión y con numerosos ejemplos comentados.
Hay que formular ya mismo una aclaración ineludible. No se va a encontrar en este trabajo recomendación alguna sobre técnicas de sintaxis.
Creo firmemente que “enseñar a escribir” es una tarea inabordable en el trámite de la lectura de un libro. Pueden sí ser aprendidas y aplicadas, técnicas del estilo periodístico, pero para ello es necesario, previamente, tener experiencia en redacción de textos, cualquiera sea su forma. Puesto de una manera muy simple: el que sabe redactar correctamente puede hacerlo también periodísticamente, tras un período de práctica.
Una buena parte, sino la mayoría de los aspirantes jóvenes, no sólo arrastra una insuficiente gimnasia de lectura, sino que desconoce los mecanismos elementales de la sintaxis, el uso de la puntuación, la construcción de oraciones, el empleo de los tiempos verbales, el significado de las palabras, etc. Ese déficit de los alumnos suele corresponderse con dificultades para la correcta expresión oral, que revela carencias previas en el aprendizaje primario y secundario, cualquiera fuera la razón que las justifique.
En esas condiciones, el estilo periodístico plantea dificultades adicionales al aspirante a periodista y lo torna casi inabordable. Aquel desconocimiento es el que impide desarrollar hasta un trabajo periodístico de carácter elemental y suele ser la causa del abandono prematuro de los estudios.
Hecha la aclaración valga indicar que los primeros capítulos vienen a ser como una suerte de explicativo del empleo de las herramientas periodísticas, desde el origen de la información hasta su estructuración en artículos legibles y la presentación con los elementos editoriales, tal como luego son publicados.
El fenómeno de la llamada “construcción de la noticia” se aborda desde distintos ángulos, para luego pasar a una revisión de los diversos géneros periodísticos y el estudio de las fuentes de información. En el capítulo 11 se realiza un detalle de la mecánica de trabajo de una Redacción, marcando la forma en que las rutinas operativas condicionan el formato de las noticias.
El cierre, por fin, expone una visión sobre la situación actual del periodismo y los desafíos que se plantean a la luz, entre otras cuestiones, de los avances tecnológicos, como se expresó aquí al principio.
Por último debo aclarar –como alega Umberto Eco en la Introducción de Kant y el Ornitorrinco- que las referencias bibliográficas al final de este libro no son una bibliografía, sino un gesto de astucia para que no se me impute haberme apropiado de conocimientos y dichos ajenos. El contenido de este libro se nutre en gran medida de la observación, la práctica, el estudio personal en el campo del periodismo y de aportes conceptuales que no siempre estuve en condiciones de rastrear. Faltarán entonces autores de los que he tomado alguna idea, o los nombres de colegas que han esclarecido mi juicio en algún momento.
S.C. de Bariloche, Mayo de 2006
(*) Introducción. Cómo se construyen las noticias - Editorial La Crujía 2007
¡Yomo...cantate algo!
El peligro es caer en el sentimentalismo. Pero de qué otra manera podría ser recordado Yomo. El personaje debe haber atravesado tres generaciones, con su renguera a cuestas. A veces desaparecía por un tiempo y casi no se notaba su ausencia. Una vez esa falta pareció demasiado prolongada, pero no había dónde o a quién preguntarle. Después se supo que había muerto o por lo menos así corrió la voz.
Yomo atravesaba todos los días la cuadra de mi infancia. Invariablemente saludaba a todos los chicos del barrio. Los adultos no le prestaban atención. Trabajaba de alguna cosa indefinida, changas, nunca lo supimos, tampoco dónde vivía. Aparecía de la nada y se desvanecía al doblar la esquina de la calle Bolivia...hasta el día siguiente.
Mi viejo lo conocía desde su juventud, tenían más o menos la misma edad, pero Yomo lucía mucho más viejo, tal vez desgastado por una mala vida de pobreza y abandono. También de soledad.
A veces los más grandes de la cuadra, los adolescentes, detenían su marcha y lo convocaban para un ritual extravagante: ¡Yomo...cantate algo!. A Yomo le brillaban los ojos y ahí nomás largaba su imitación de Gardel. El tango comenzaba a extinguirse como música popular, pero la mayoría de nosotros estaba familiarizado con la voz de “el mudo”. Yomo no lo hacía bien. El atractivo estaba en la introducción. Invariablemente parodiaba el sonido de las cuerdas que acompañaban a Gardel, las guitarras afinadas en un tono bajo característico. “Mano a mano” era su preferida. Tras la breva actuación se iba, andando el ignoto camino de siempre. Había tenido un momento fugaz de alegría.
Hoy no sería posible para Yomo arrastrar su pierna mala por una cuadra llena de chicos. Su discapacidad mental lo haría blanco fácil del escarnio.
Eso suponiendo que pudiera haber una cuadra llena de chicos jugando.
Bariloche
3 de abril de 2006
Yomo atravesaba todos los días la cuadra de mi infancia. Invariablemente saludaba a todos los chicos del barrio. Los adultos no le prestaban atención. Trabajaba de alguna cosa indefinida, changas, nunca lo supimos, tampoco dónde vivía. Aparecía de la nada y se desvanecía al doblar la esquina de la calle Bolivia...hasta el día siguiente.
Mi viejo lo conocía desde su juventud, tenían más o menos la misma edad, pero Yomo lucía mucho más viejo, tal vez desgastado por una mala vida de pobreza y abandono. También de soledad.
A veces los más grandes de la cuadra, los adolescentes, detenían su marcha y lo convocaban para un ritual extravagante: ¡Yomo...cantate algo!. A Yomo le brillaban los ojos y ahí nomás largaba su imitación de Gardel. El tango comenzaba a extinguirse como música popular, pero la mayoría de nosotros estaba familiarizado con la voz de “el mudo”. Yomo no lo hacía bien. El atractivo estaba en la introducción. Invariablemente parodiaba el sonido de las cuerdas que acompañaban a Gardel, las guitarras afinadas en un tono bajo característico. “Mano a mano” era su preferida. Tras la breva actuación se iba, andando el ignoto camino de siempre. Había tenido un momento fugaz de alegría.
Hoy no sería posible para Yomo arrastrar su pierna mala por una cuadra llena de chicos. Su discapacidad mental lo haría blanco fácil del escarnio.
Eso suponiendo que pudiera haber una cuadra llena de chicos jugando.
Bariloche
3 de abril de 2006
Partes de repuesto
Lo soltó y hubo un silencio espeso. Las miradas se cruzaron, incrédulas. Por unos momentos nadie atinó un comentario. Esperé unos segundos prudenciales mientras elegía la mejor reacción. También porque era uno de los invitados y temí ser demasiado duro. Pero la brutalidad de la reflexión del anciano con cara anodina y antiguo amigo de los anfitriones no admitía demoras.
Sería una práctica propia de los nazis –dije- y confusamente –admito- agregué que sería retornar a la época medieval. No obstante el rechazo quedó claro.
La decena de presentes en ese mediodía de Navidad titubeó. Al fin algunos asintieron con un gesto, otros coincidieron en que era una idea cuestionable y el silencio del resto me hizo suponer que en el fondo pensaban que después de todo no estaba tan mal. Un joven de unos treinta años que hasta ese momento había permanecido marginado de toda la reunión, se ubicó en el segundo grupo. Pareció animarse a muchos años de callarse opiniones y me apoyó decididamente. Era uno de los hijos del dueño de casa, un hombre opulento e inflexible, de opiniones terminantes, para quien lo distinto –casi siempre- era despreciable. Estaba frente a mí y se notaba la crispación en su rostro. Al fin, con una indignación contenida dijo que las prácticas de los nazis sobre los prisioneros judíos habían logrado muchos avances y mencionó un tratamiento que ya no recuerdo, pero que tenía que ver con su especialidad médica. Respondí apenas que la ciencia había logrado casi todos sus avances sin caer en prácticas aberrantes y demolí el comentario.
Todos creyeron que era tiempo de finalizar la discusión que apenas empezaba pero amenazaba convertirse en una agria disputa También yo. Y como sucede entre gente educada al siguiente minuto todos departían amablemente sobre alguna cuestión intrascendente.
De manera distraída observé al anciano, que no volvió a emitir sonido. Pensaba realmente así o se trataba de una provocación, me pregunté. Sabía poco y nada de él: que no había trabajado en toda su vida y subsistía de manera holgada de las rentas que le proporcionaba la fortuna familiar en una provincia del norte, hacia donde huía durante los seis meses de más frío en Bariloche. Aquí pasaba los restantes meses del año, fugado del agobiante calor veraniego de aquella latitud.
Durante la reunión intenté descubrir si traslucía alguna pena por la ausencia reciente de su mujer, que definitivamente había perdido la cordura y reposaba en una cama del hospital zonal en el área de psiquiatría, sujetada por el chaleco químico. Sabía también que estrenaba una costosa camioneta cero kilómetro, que un rato antes admiré estacionada en el camino interno de la casa, bordeado de flores. Nada llevaba a suponer que estuviera atravesando una situación de pena por la ausencia de la esposa. Pensé que el hombre era un desalmado y que tal vez incluso estuviera dispuesto a que le aplicaran a la desvariada lo que preconizaba para los presos.
Su idea consistía en darle una utilidad a los pobladores de las cárceles. El tema de conversación había sido la creciente inseguridad en el país, matizado con los cada vez más frecuentes ejemplos cercanos y opinaba que los presos debían ser convertidos en reservorio de órganos para trasplantes. Proveedores de partes hasta que ya no pudieran sobrevivir. Así servirían para algo, dijo sin rubor. No había ironía en sus palabras. Apenas simple y llana brutalidad. Quedó al desnudo que tal vez, por lo menos, también él merecía estar atado a una cama, junto a su mujer.
Pasaron unos pocos años de aquella reunión, hasta que la lectura de una entrevista a Kazuo Ishiguro (*) lo volvió a mi memoria. Ishiguro es un notable escritor nipo-británico autor, entre otras obras, de Lo que resta del día, una novela que fue llevada al cine con la actuación de Anthony Hopkins y Emma Thompson. Me enteré ahí que su último libro publicado en 2005 (Nunca me abandones) planteaba una idea tan alarmante como aquella del mediodía navideño: un colegio de jóvenes “impecablemente” educados, con la particularidad de ser clones criados “para brindar partes de repuestos para los humanos que las necesiten”.
He visto algunas críticas del libro que despliegan elogios, pero las explicaciones literarias y sociológicas de Ishiguro sobre la trama de la novela no me conformaron.
Mi falta de atención a sus argumentos tal vez se debió a que quedé fijado en la idea de que en algún lugar, el anciano y el escritor, a pesar de sus biografías tan diferentes, compartían un mismo espacio de inhumanidad. Quién sabe, acaso el escritor albergue la misma inconfesable pretensión para los presos y en su novela la clonación sea apenas la excusa de una creatividad más elaborada. Ahora me invade el desconcierto. No sé si enaltecer la condición del anciano ocioso o desmerecer la del escritor reconocido.
Lo que alarma es que tal desvarío está rodando y quién sabe en alguna lejana latitud –tan distante como las de estos dos protagonistas- alguien esté dispuesto a llevarlo a cabo.
Enero 2007
(*) English breakfast – Juana Libedinsky
Sería una práctica propia de los nazis –dije- y confusamente –admito- agregué que sería retornar a la época medieval. No obstante el rechazo quedó claro.
La decena de presentes en ese mediodía de Navidad titubeó. Al fin algunos asintieron con un gesto, otros coincidieron en que era una idea cuestionable y el silencio del resto me hizo suponer que en el fondo pensaban que después de todo no estaba tan mal. Un joven de unos treinta años que hasta ese momento había permanecido marginado de toda la reunión, se ubicó en el segundo grupo. Pareció animarse a muchos años de callarse opiniones y me apoyó decididamente. Era uno de los hijos del dueño de casa, un hombre opulento e inflexible, de opiniones terminantes, para quien lo distinto –casi siempre- era despreciable. Estaba frente a mí y se notaba la crispación en su rostro. Al fin, con una indignación contenida dijo que las prácticas de los nazis sobre los prisioneros judíos habían logrado muchos avances y mencionó un tratamiento que ya no recuerdo, pero que tenía que ver con su especialidad médica. Respondí apenas que la ciencia había logrado casi todos sus avances sin caer en prácticas aberrantes y demolí el comentario.
Todos creyeron que era tiempo de finalizar la discusión que apenas empezaba pero amenazaba convertirse en una agria disputa También yo. Y como sucede entre gente educada al siguiente minuto todos departían amablemente sobre alguna cuestión intrascendente.
De manera distraída observé al anciano, que no volvió a emitir sonido. Pensaba realmente así o se trataba de una provocación, me pregunté. Sabía poco y nada de él: que no había trabajado en toda su vida y subsistía de manera holgada de las rentas que le proporcionaba la fortuna familiar en una provincia del norte, hacia donde huía durante los seis meses de más frío en Bariloche. Aquí pasaba los restantes meses del año, fugado del agobiante calor veraniego de aquella latitud.
Durante la reunión intenté descubrir si traslucía alguna pena por la ausencia reciente de su mujer, que definitivamente había perdido la cordura y reposaba en una cama del hospital zonal en el área de psiquiatría, sujetada por el chaleco químico. Sabía también que estrenaba una costosa camioneta cero kilómetro, que un rato antes admiré estacionada en el camino interno de la casa, bordeado de flores. Nada llevaba a suponer que estuviera atravesando una situación de pena por la ausencia de la esposa. Pensé que el hombre era un desalmado y que tal vez incluso estuviera dispuesto a que le aplicaran a la desvariada lo que preconizaba para los presos.
Su idea consistía en darle una utilidad a los pobladores de las cárceles. El tema de conversación había sido la creciente inseguridad en el país, matizado con los cada vez más frecuentes ejemplos cercanos y opinaba que los presos debían ser convertidos en reservorio de órganos para trasplantes. Proveedores de partes hasta que ya no pudieran sobrevivir. Así servirían para algo, dijo sin rubor. No había ironía en sus palabras. Apenas simple y llana brutalidad. Quedó al desnudo que tal vez, por lo menos, también él merecía estar atado a una cama, junto a su mujer.
Pasaron unos pocos años de aquella reunión, hasta que la lectura de una entrevista a Kazuo Ishiguro (*) lo volvió a mi memoria. Ishiguro es un notable escritor nipo-británico autor, entre otras obras, de Lo que resta del día, una novela que fue llevada al cine con la actuación de Anthony Hopkins y Emma Thompson. Me enteré ahí que su último libro publicado en 2005 (Nunca me abandones) planteaba una idea tan alarmante como aquella del mediodía navideño: un colegio de jóvenes “impecablemente” educados, con la particularidad de ser clones criados “para brindar partes de repuestos para los humanos que las necesiten”.
He visto algunas críticas del libro que despliegan elogios, pero las explicaciones literarias y sociológicas de Ishiguro sobre la trama de la novela no me conformaron.
Mi falta de atención a sus argumentos tal vez se debió a que quedé fijado en la idea de que en algún lugar, el anciano y el escritor, a pesar de sus biografías tan diferentes, compartían un mismo espacio de inhumanidad. Quién sabe, acaso el escritor albergue la misma inconfesable pretensión para los presos y en su novela la clonación sea apenas la excusa de una creatividad más elaborada. Ahora me invade el desconcierto. No sé si enaltecer la condición del anciano ocioso o desmerecer la del escritor reconocido.
Lo que alarma es que tal desvarío está rodando y quién sabe en alguna lejana latitud –tan distante como las de estos dos protagonistas- alguien esté dispuesto a llevarlo a cabo.
Enero 2007
(*) English breakfast – Juana Libedinsky
Perico y las cucarachas
A Selma parecía atraerle todo lo germánico. Qué otra explicación para la pareja que había elegido y que un día apareció tan campante por el barrio. Hans llamaba la atención por el inocultable contraste con la “morochez” circundante y porque no obstante cuarentón, vestía irremediables pantalones cortos y zoquetes, a menudo de distintos colores. Frecuentemente también lo acompañaba una raqueta de tenis. No conversaba con los vecinos, probablemente distanciado por la diferencia idiomática y sus movimientos visibles en la calle aparentaban una rutina ociosa.
La relación de Selma con Hans era un enigma para mi madre. Había sin duda un contraste, porque ella era una linda y agradable mujer – a mi se me antojaba letrada-, que había entablado con nosotros alguna relación circunstancial. Así supe que Selma era traductora de alemán y trabajaba, creo, en Siemens.
“Selma se va de viaje a Alemania por un mes y me pidió que le cuide al loro”, me dijo mi madre. Algunos días después la acompañé por primera vez a atender al animalito, de cuya existencia sabíamos por los gritos característicos que escuchábamos desde la calle. “Acompañame, no quiero entrar sola a la casa”, confesó.
Cruzamos Boyacá y entramos. La sorpresa superó la curiosidad de ingresar en la intimidad de alguien a quien apenas conocíamos. En un espacio considerable, que originalmente habría sido un patio y luego quedó cubierto por alguna reforma, se apilaban prolijamente cientos o tal vez miles de ejemplares de diarios. Algo después observé que estaban acumulados correlativamente, pero sin ninguna indicación que pudiera hacer presumir un archivo. ¿Cómo localizar el ejemplar de alguna fecha determinada?. Eran simples pilas de La Nación y el Argentinisches Tageblatt, que invitaban a no ser molestados.
Como las cientos también, de cucarachas que huían en todas direcciones ante nuestra irrupción.
Por unos momentos quedamos alelados del disgusto que producía esa visión. Y entonces se abrió entre nosotros la infinidad de interrogantes y dudosas explicaciones.
La primera puerta que encontramos nos colocó en una espaciosa cocina donde la imagen anterior se repetía. Otras cucarachas rondaban las paredes y el piso mugroso. No deseaban la compañía de intrusos y de a poco desaparecieron por los rincones insondables. Y ahí estaba Perico, el perico. Gritó apenas nos vio, oscilando su cuerpo sobre los alambres de la jaula. Festejó la llegada saliendo de su celda; la rodeó con posiciones inverosímiles y exhibió lo que pareció todo su repertorio de expresiones de alegría. Amigable, después trepó al índice puesto en gancho. Su hábitat estaba a salvo de las indeseables.
Sobre la mesa reposaban platos de la última cena de los moradores, con restos de comida y en la pileta una pila de vajilla sucia servía de retozo a las cucarachas.
Con reparo intentamos husmear el resto de la casa, que mostró que a pesar de su apariencia cuidada Selma era poco apegada a las tareas hogareñas. El desorden y la suciedad de meses limitó nuestro recorrido cotidiano a la cocina.
Perico se hizo querer pero no estábamos dispuestos a entablar ninguna relación de tolerancia con los insectos. Pusimos en orden la cocina y una eficiente campaña de exterminio que en poco tiempo nos obligó a recoger inmensas cantidades de cucarachas.
Con el paso de los días me habitué a las demostraciones de Perico que no dejaba de sorprenderme y hasta replicó algunas palabras nuevas en su ronco lenguaje. Me ocupé de su cuidado y hasta aumenté la frecuencia de las visitas, más allá de las necesarias para alimentarlo. Hasta que un día volvió Selma, agradecida por el encargo con un regalo para mi madre.
Pasó el tiempo y esperábamos alguna reacción. Pero no la hubo. Al fin pensamos que se había enojado por la matanza de cucarachas. En definitiva lo único que nos había pedido era que cuidáramos al loro.
La relación de Selma con Hans era un enigma para mi madre. Había sin duda un contraste, porque ella era una linda y agradable mujer – a mi se me antojaba letrada-, que había entablado con nosotros alguna relación circunstancial. Así supe que Selma era traductora de alemán y trabajaba, creo, en Siemens.
“Selma se va de viaje a Alemania por un mes y me pidió que le cuide al loro”, me dijo mi madre. Algunos días después la acompañé por primera vez a atender al animalito, de cuya existencia sabíamos por los gritos característicos que escuchábamos desde la calle. “Acompañame, no quiero entrar sola a la casa”, confesó.
Cruzamos Boyacá y entramos. La sorpresa superó la curiosidad de ingresar en la intimidad de alguien a quien apenas conocíamos. En un espacio considerable, que originalmente habría sido un patio y luego quedó cubierto por alguna reforma, se apilaban prolijamente cientos o tal vez miles de ejemplares de diarios. Algo después observé que estaban acumulados correlativamente, pero sin ninguna indicación que pudiera hacer presumir un archivo. ¿Cómo localizar el ejemplar de alguna fecha determinada?. Eran simples pilas de La Nación y el Argentinisches Tageblatt, que invitaban a no ser molestados.
Como las cientos también, de cucarachas que huían en todas direcciones ante nuestra irrupción.
Por unos momentos quedamos alelados del disgusto que producía esa visión. Y entonces se abrió entre nosotros la infinidad de interrogantes y dudosas explicaciones.
La primera puerta que encontramos nos colocó en una espaciosa cocina donde la imagen anterior se repetía. Otras cucarachas rondaban las paredes y el piso mugroso. No deseaban la compañía de intrusos y de a poco desaparecieron por los rincones insondables. Y ahí estaba Perico, el perico. Gritó apenas nos vio, oscilando su cuerpo sobre los alambres de la jaula. Festejó la llegada saliendo de su celda; la rodeó con posiciones inverosímiles y exhibió lo que pareció todo su repertorio de expresiones de alegría. Amigable, después trepó al índice puesto en gancho. Su hábitat estaba a salvo de las indeseables.
Sobre la mesa reposaban platos de la última cena de los moradores, con restos de comida y en la pileta una pila de vajilla sucia servía de retozo a las cucarachas.
Con reparo intentamos husmear el resto de la casa, que mostró que a pesar de su apariencia cuidada Selma era poco apegada a las tareas hogareñas. El desorden y la suciedad de meses limitó nuestro recorrido cotidiano a la cocina.
Perico se hizo querer pero no estábamos dispuestos a entablar ninguna relación de tolerancia con los insectos. Pusimos en orden la cocina y una eficiente campaña de exterminio que en poco tiempo nos obligó a recoger inmensas cantidades de cucarachas.
Con el paso de los días me habitué a las demostraciones de Perico que no dejaba de sorprenderme y hasta replicó algunas palabras nuevas en su ronco lenguaje. Me ocupé de su cuidado y hasta aumenté la frecuencia de las visitas, más allá de las necesarias para alimentarlo. Hasta que un día volvió Selma, agradecida por el encargo con un regalo para mi madre.
Pasó el tiempo y esperábamos alguna reacción. Pero no la hubo. Al fin pensamos que se había enojado por la matanza de cucarachas. En definitiva lo único que nos había pedido era que cuidáramos al loro.
Una botella con mensaje
Postear un blog es bastante similar a arrojar una botella al mar con un mensaje adentro. ¿Leerá esto alguien alguna vez?. En pasados tiempos de ocio decidí ingresar a la dimensión de los blog. Por lo que solía leer en comentarios periodísticos eran notablemente frecuentados por los navegantes de la red. Con desazón observé más tarde que, al menos el mío, jamás era visitado, y tampoco lograba ninguna repercusión. Tampoco se ingresaba por los buscadores.
Todas esas circunstancias me desalentaron de seguir cargando materiales. Hice algunas subidas, aisladas. Pero han vuelto los tiempos de ocio y decidí reintentar.
Hay una selección de cosas que escribí en distintos momentos, que me parecen atemporales. Otras definitivamente no estarán: en general tienen que ver con trabajos periodísticos que para ser comprendidos deberían ser contextualizadas, lo que es una tarea inabordable.
Acabo de subir una entrevista a Marcelo Birmajer que puede resultar de interés. Es un personaje atractivo. Y le siguen algunos relatos breves que tienen que ver con algunas historias personales. ¿Quién sabe? Tal vez le interesen a alguien.
Y agrego aquí -aunque admito que es largo- la introducción de mi libro La Construcción de la Noticia, que fue presentado por Editorial La Crujía en la Feria del Libro de mayo de 2007.
Todas esas circunstancias me desalentaron de seguir cargando materiales. Hice algunas subidas, aisladas. Pero han vuelto los tiempos de ocio y decidí reintentar.
Hay una selección de cosas que escribí en distintos momentos, que me parecen atemporales. Otras definitivamente no estarán: en general tienen que ver con trabajos periodísticos que para ser comprendidos deberían ser contextualizadas, lo que es una tarea inabordable.
Acabo de subir una entrevista a Marcelo Birmajer que puede resultar de interés. Es un personaje atractivo. Y le siguen algunos relatos breves que tienen que ver con algunas historias personales. ¿Quién sabe? Tal vez le interesen a alguien.
Y agrego aquí -aunque admito que es largo- la introducción de mi libro La Construcción de la Noticia, que fue presentado por Editorial La Crujía en la Feria del Libro de mayo de 2007.
Belleza, maldad, estupidez y conspiración
ENTREVISTA: Marcelo Birmajer, escritor
Belleza, maldad, estupidez y conspiración
Marcelo Birmajer vino a Bariloche a presentar su último libro “Historia de una mujer” en el marco del ciclo “Invierno Planeta en el Llao Llao”, organizado por el Grupo Editorial Planeta. Con El Ciudadano, la charla trascendió desde la novela hacia las aristas personales de uno de los escritores más prolíficos que tiene la Argentina.
-La historia gira en torno a un encuentro de alumnos. ¿Por qué elegiste ese tema como trasfondo?-Me parece que la adolescencia y la infancia tienen un peso en la personalidad mucho mayor a la del resto de la vida. Las decisiones de la adultez son radicalmente mucho más importantes. Los recuerdos de la infancia y de la adolescencia, a través de los cuales se mira luego el mundo, son los que forjan la personalidad.
-Algo así como que el primer amor marca la atracción hacia un tipo determinado de mujeres…
-Definitivamente. Y creo que cuando uno es niño y se enamora de una mujer mayor, tiene la ilusión de que lo va a esperar mientras uno crece. Uno no alcanza a aceptar que esa mujer va a envejecer. Uno sospecha que el marido de esa mujer va a morir de viejo y que ella va a permanecer igual hasta que uno sea un adulto. Y esta es la fantasía que da origen a Isabel. La ilusión de que la mujer permanezca siempre igual.
-¿Cómo es Isabel antes de los 40, que es cuando ingresa en la novela?
-Creo que no es tan hermosa como cuando cumple 40. No lo puedo afirmar porque no la conocí antes…
-Vos aparecés en dos o tres páginas cerca del final, el periodista con el que toma un café… ¿Cuál es la explicación de esa presencia?
-Bueno ahí quise –sin compararme en cuanto a calidad- como Hitchcok lo hacía en sus películas , hacer una breve aparición. ¡Hola, que tal, aquí estoy! Un saludo a la cámara.
-Hay otros planos en la narración.
-Lo que ocurre con la narración es que Isabel está todo el tiempo siendo mirada por el narrador. Por momentos puedo permitir la confusión de que parezca que es ella la que está narrando, pero en realidad la novela está contada por un narrador omnisciente, que lo ve todo. Es como que habla con el lector, sale de la novela y tiene un diálogo cómplice con el lector. Eso lo manejé con cierta libertad y creo que no altera la estructura básica de la novela.
-Cómo fue el proceso de creación de esta novela?
-Esta novela la escribí realmente embriagado, metido dentro de la trama, con una velocidad, una intensidad, sin parar…
-También la lectura tiene cierto vértigo.
-Eso espero.
-Hay un episodio donde Isabel observa la sala de trabajo en un call center que resulta impactante, opresivo.-
Es cierto, son así. Además es irritante hablar con la gente que llama desde esos lugares. Al mismo tiempo siempre me interesó la posibilidad de burlarme de la persona que me llama. En las cargadas telefónicas hay un tonto que llama a un inocente. Acá es un tonto culpable. Vos no lo llamás, como dice Ismael Ferro en la novela. Vos fijáte cómo un autor es un Frankestein, porque evidentemente yo no me identifico con Ferro, pero en mi vida real tomo con esa gente la misma actitud. Es decirle: yo no te llamé, no me metí con vos. Entonces le pido el DNI, el teléfono personal…Bueno no me quiero transformar en un defensor de la intimidad personal, pero sí me parece que es algo totalmente reñido con la libertad, la civilidad, que alguien tenga tu número tus datos y te llame para ofrecerte cualquier cosa.
-Hay entonces en la novela hechos asociados a nuestra vida cotidiana.
-Sí. Tocados de tal manera que siempre llega al absurdo, a la exageración, al melodrama. Pero tiene contacto con aspectos de la realidad de un modo más frecuente que en el resto de mis libros.
-En la contratapa se alude a una metáfora de la Argentina.
-Mirá, mi editor se iba a Colombia, entonces me pidió una solapa para presentar el libro. Entonces escribí una solapa muy amplia para impactar a un público que no está en el país. Si la hubiera escrito pensando que esa iba a ser la contratapa creo que la hubiera matizado un poco más. Ahora, ¿por qué no la cambié después? No me dieron ganas. De todos modos tiene alguna relación, porque Turaci puede tener un correlato con los militares, Ernesto Harro con De la Rúa y Bordenave con Menem. Suena, suena.
-La descripción de la belleza de Isabel ¿encuadra también en la exageración?
-Isabel es una mujer soñada. El relator omnisciente es mordaz, se ríe de todo, incluida la belleza de Isabel, llega un momento en que resulta ridícula. No es necesariamente real.
-El personaje de Bordenave es algo siniestro.
-Es también un pillo. El mal está representado por Turaci. Pero Bordenave es siniestro, ominoso. Un conspirador, y la conspiración en sí misma es su placer, más que los resultados que le pueda dar. A Isabel la quiere manipular, pero en ningún caso se da cuenta qué quiere con ella.
-En todo caso podría acaso ser una deuda de la adolescencia.
-Pero tampoco es eso, porque no le alcanza con tenerla sexualmente.
-Por algunas cosas tuyas que leí intuyo que no te gustan los gentíos.
-Para nada. No me gusta la acumulación de gente, el bullicio; no comparto esa alegría. Yo siempre necesito un metro de distancia entre la otra persona y yo, a no ser que haya una relación amorosa.
-¿Cómo te relacionás entonces, por ejemplo, con los piquetes?
-Los desprecio. Porque me parece que las personas que interrumpen la vía pública desprecian la libertad del otro. Son los peores opresores.
Raúl Clauso
Lectura y humor
-¿Harry Potter?
-No lo he leído, pero me parece muy auspicioso que el medio de comunicación libro tenga millones de adeptos, lo cual nos habla de que no es lo que está fallando, sino que tenemos que contar una buena historia. No sé si Harry Potter lo sea, pero de lo que estoy convencido es que no es el libro el problema, ni es la televisión lo que nos está quitando lectores. Ni los Simpson tienen la resonancia de Harry Potter… y es un libro
-¿Seinfeld?
-Seinfeld es el nuevo horizonte del humor contemporáneo. Es el que más lejos llegó en el oficio de hacer reír, lo que en su momento fue Chaplin, los hermanos Marx o Buster Keaton. Los hermanos Marx fueron la transición entre el humor mudo y el humor hablado. Y Seinfeld es el triunfo del humor hablado, pero a la altura de Chaplin.
-¿Fontanarrosa?
-Es nuestro genio nativo. Está a la altura de Seinfeld. Y creo que es nuestro horizonte humorístico como argentinos; será por eso que, tal vez por tenerlo a él, nos cueste más prestarle atención a otros genios.
La entrevista fue publicada en diario El Ciudadano de Bariloche, el 31-7-2007
Belleza, maldad, estupidez y conspiración
Marcelo Birmajer vino a Bariloche a presentar su último libro “Historia de una mujer” en el marco del ciclo “Invierno Planeta en el Llao Llao”, organizado por el Grupo Editorial Planeta. Con El Ciudadano, la charla trascendió desde la novela hacia las aristas personales de uno de los escritores más prolíficos que tiene la Argentina.
-La historia gira en torno a un encuentro de alumnos. ¿Por qué elegiste ese tema como trasfondo?-Me parece que la adolescencia y la infancia tienen un peso en la personalidad mucho mayor a la del resto de la vida. Las decisiones de la adultez son radicalmente mucho más importantes. Los recuerdos de la infancia y de la adolescencia, a través de los cuales se mira luego el mundo, son los que forjan la personalidad.
-Algo así como que el primer amor marca la atracción hacia un tipo determinado de mujeres…
-Definitivamente. Y creo que cuando uno es niño y se enamora de una mujer mayor, tiene la ilusión de que lo va a esperar mientras uno crece. Uno no alcanza a aceptar que esa mujer va a envejecer. Uno sospecha que el marido de esa mujer va a morir de viejo y que ella va a permanecer igual hasta que uno sea un adulto. Y esta es la fantasía que da origen a Isabel. La ilusión de que la mujer permanezca siempre igual.
-¿Cómo es Isabel antes de los 40, que es cuando ingresa en la novela?
-Creo que no es tan hermosa como cuando cumple 40. No lo puedo afirmar porque no la conocí antes…
-Vos aparecés en dos o tres páginas cerca del final, el periodista con el que toma un café… ¿Cuál es la explicación de esa presencia?
-Bueno ahí quise –sin compararme en cuanto a calidad- como Hitchcok lo hacía en sus películas , hacer una breve aparición. ¡Hola, que tal, aquí estoy! Un saludo a la cámara.
-Hay otros planos en la narración.
-Lo que ocurre con la narración es que Isabel está todo el tiempo siendo mirada por el narrador. Por momentos puedo permitir la confusión de que parezca que es ella la que está narrando, pero en realidad la novela está contada por un narrador omnisciente, que lo ve todo. Es como que habla con el lector, sale de la novela y tiene un diálogo cómplice con el lector. Eso lo manejé con cierta libertad y creo que no altera la estructura básica de la novela.
-Cómo fue el proceso de creación de esta novela?
-Esta novela la escribí realmente embriagado, metido dentro de la trama, con una velocidad, una intensidad, sin parar…
-También la lectura tiene cierto vértigo.
-Eso espero.
-Hay un episodio donde Isabel observa la sala de trabajo en un call center que resulta impactante, opresivo.-
Es cierto, son así. Además es irritante hablar con la gente que llama desde esos lugares. Al mismo tiempo siempre me interesó la posibilidad de burlarme de la persona que me llama. En las cargadas telefónicas hay un tonto que llama a un inocente. Acá es un tonto culpable. Vos no lo llamás, como dice Ismael Ferro en la novela. Vos fijáte cómo un autor es un Frankestein, porque evidentemente yo no me identifico con Ferro, pero en mi vida real tomo con esa gente la misma actitud. Es decirle: yo no te llamé, no me metí con vos. Entonces le pido el DNI, el teléfono personal…Bueno no me quiero transformar en un defensor de la intimidad personal, pero sí me parece que es algo totalmente reñido con la libertad, la civilidad, que alguien tenga tu número tus datos y te llame para ofrecerte cualquier cosa.
-Hay entonces en la novela hechos asociados a nuestra vida cotidiana.
-Sí. Tocados de tal manera que siempre llega al absurdo, a la exageración, al melodrama. Pero tiene contacto con aspectos de la realidad de un modo más frecuente que en el resto de mis libros.
-En la contratapa se alude a una metáfora de la Argentina.
-Mirá, mi editor se iba a Colombia, entonces me pidió una solapa para presentar el libro. Entonces escribí una solapa muy amplia para impactar a un público que no está en el país. Si la hubiera escrito pensando que esa iba a ser la contratapa creo que la hubiera matizado un poco más. Ahora, ¿por qué no la cambié después? No me dieron ganas. De todos modos tiene alguna relación, porque Turaci puede tener un correlato con los militares, Ernesto Harro con De la Rúa y Bordenave con Menem. Suena, suena.
-La descripción de la belleza de Isabel ¿encuadra también en la exageración?
-Isabel es una mujer soñada. El relator omnisciente es mordaz, se ríe de todo, incluida la belleza de Isabel, llega un momento en que resulta ridícula. No es necesariamente real.
-El personaje de Bordenave es algo siniestro.
-Es también un pillo. El mal está representado por Turaci. Pero Bordenave es siniestro, ominoso. Un conspirador, y la conspiración en sí misma es su placer, más que los resultados que le pueda dar. A Isabel la quiere manipular, pero en ningún caso se da cuenta qué quiere con ella.
-En todo caso podría acaso ser una deuda de la adolescencia.
-Pero tampoco es eso, porque no le alcanza con tenerla sexualmente.
-Por algunas cosas tuyas que leí intuyo que no te gustan los gentíos.
-Para nada. No me gusta la acumulación de gente, el bullicio; no comparto esa alegría. Yo siempre necesito un metro de distancia entre la otra persona y yo, a no ser que haya una relación amorosa.
-¿Cómo te relacionás entonces, por ejemplo, con los piquetes?
-Los desprecio. Porque me parece que las personas que interrumpen la vía pública desprecian la libertad del otro. Son los peores opresores.
Raúl Clauso
Lectura y humor
-¿Harry Potter?
-No lo he leído, pero me parece muy auspicioso que el medio de comunicación libro tenga millones de adeptos, lo cual nos habla de que no es lo que está fallando, sino que tenemos que contar una buena historia. No sé si Harry Potter lo sea, pero de lo que estoy convencido es que no es el libro el problema, ni es la televisión lo que nos está quitando lectores. Ni los Simpson tienen la resonancia de Harry Potter… y es un libro
-¿Seinfeld?
-Seinfeld es el nuevo horizonte del humor contemporáneo. Es el que más lejos llegó en el oficio de hacer reír, lo que en su momento fue Chaplin, los hermanos Marx o Buster Keaton. Los hermanos Marx fueron la transición entre el humor mudo y el humor hablado. Y Seinfeld es el triunfo del humor hablado, pero a la altura de Chaplin.
-¿Fontanarrosa?
-Es nuestro genio nativo. Está a la altura de Seinfeld. Y creo que es nuestro horizonte humorístico como argentinos; será por eso que, tal vez por tenerlo a él, nos cueste más prestarle atención a otros genios.
La entrevista fue publicada en diario El Ciudadano de Bariloche, el 31-7-2007
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