jueves, agosto 16, 2007

Una metáfora K


A Menem nadie lo votaba. A Bailando por un sueño N (ene) nadie lo ve. Pero Carlos arrasaba en las elecciones y Bailando… suma ratings imbatibles. Aquí no hay espacio para la hipocresía. Este periodista ve –aunque sin regularidad- “Bailando” y también algunos programas de chismes farandulescos que dan cuenta de lo que sucede en el programa de Tinelli.
Ya lo sé. Tales programas conjugan una ocupación de baja calidad para el tiempo personal. Pero dado el éxito que exhiben, hay que rendirse ante la evidencia de que son fenómenos a los que se debe prestar alguna atención.
Desde el punto de vista de la calidad artística las conclusiones caen por su peso. Bailando reúne todos los aspectos detestables del entretenimiento: porque el verdadero show es vulgar, grosero, chabacano, alienta los perfiles más indeseables de las figuras del espectáculo, y los sueños son sólo una pobre excusa para sostener la fantochada.
Pero hay también otras cuestiones sugestivas. Una, la mecánica económica del programa, que corre el velo sobre la curiosa conducta que asume una parte de la sociedad, dispuesta a “gastar” en teléfono para alimentar las jugosas ganancias del dueño, el jurado y los participantes “famosos”, pero que difícilmente y de manera tan masiva estaría dispuesta a colaborar monetariamente con las obras que se proponen.
Hay otro asunto acerca del que -hasta donde puedo ver-, nadie ha reparado. Porque una de las características sobre la que se entabla la mayoría de las polémicas es el comportamiento a menudo injusto del jurado, emisor de notas que inevitablemente reflejan el amiguismo, la adulación, la sumisión y los enconos personales, entre otras delicias de la “antivirtud”. También se cambian a menudo los parámetros bajo los cuales se rige el show, a voluntad del jurado o el conductor, por lo que nada es completamente cierto. Se engaña sin pudor a la pobre gente que vota telefónicamente y al fin, el que gana tal vez no sea el mejor en su performance, sino tan sólo el que mejor se vendió.
¿Suena? El Bailando por un sueño de Tinelli es una metáfora genérica de la Argentina. Pero es una metáfora perfecta del Kirchnerismo, donde las reglas son firmes en tanto le vengan bien al humor presidencial, pero pueden ser alteradas de improviso, con o sin la complicidad de la justicia, y sin el más mínimo asomo de vergüenza, para perjudicar o beneficiar a tal o cual. Como en Bailando, también prevalecen la adulación, la sumisión, los enconos y hasta hay “una esposa” halagada por el coro de adoradores.
Por supuesto, Tinelli y Kirchner no exteriorizan de igual manera; sus ámbitos son distintos. Aunque comparten cierta cualidad de “grasitud”.