domingo, agosto 12, 2007
El Conjuro
El dato no apareció en las crónicas de su fallecimiento. Se destacaron su trayectoria y varios de sus logros periodísticos. Estuvo bien el recuerdo, porque Roberto Maidana además de un experimentado periodista fue un gran tipo. Pero lo que faltó decir fue que los periodistas de su tiempo lo sacrificaron en el altar de la estupidez, adjudicándole fama de “innombrable”, de “yeta”.
Mencionar su nombre en las Redacciones convocaba inmediatamente a poner los dedos de una mano en forma de cuernos y dirigirlos hacia los testículos. Nunca nadie me pudo explicar el porqué de esas precauciones. Venía desde antes de que yo arribara al periodismo y según creo trascendió la profesión. Cierta vez que debí viajar a Alemania para cubrir la reunión anual del Fondo Monetario Internacional - a la que Maidana concurría por otro medio -, me advirtieron de lo peligroso de su presencia, con la aclaración de que estuviera cerca de él, porque nunca le pasaba nada. Hasta ese nivel había llegado la gansada. Por supuesto nada me pasó, ni cerca ni lejos. Quien sabe, tal vez estaba sorprendido de que yo no tomara ninguna “precaución”. Roberto era un tipo encantador, amable, alegre y agudo, y tuve la suerte de compartir un recorrido por Berlín Oriental –antes de que cayera el muro-, e impresionarnos juntos por lo que ahí descubríamos.
Pienso que resulta imposible que no supiera de su injusta habida fama y trato de imaginar su pesar ante el evidente vacío de que fue objeto.
Hoy todos los medios dieron cuenta de su muerte y como conozco los entretelones de la profesión, no me cabe duda de que no habrán faltado estúpidos que ante su nombre volvieron a ejercitar el conjuro. Para ellos, otro: mi dedo medio en alto.